Las respuestas a esas y a otras preguntas no tardarán mucho de todos modos. Aunque los semáforos cambien de color, lo cual ya será una buena noticia en sí misma, el coronavirus seguirá siendo una amenaza hasta que no tengamos un tratamiento efectivo y una vacuna.
Así que cada líder, formal o real, será puesto a prueba y medido por las decisiones rápidas, críticas y probablemente dolorosas que deberá tomar en los siguientes meses y, tal vez, por más tiempo.
Enfrentar un cargo de responsabilidad, privado o público, requiere de factores básicos para que quien lo desempeña pueda dar resultados; algunos pesarán más que otros dependiendo del entorno, la comunidad y la institución, pero podemos identificarlos con cierta facilidad.
El primero es el carácter, que no es otra cosa que la fortaleza con la que se afrontan las dificultades. Todas y todos tenemos carácter, créanme, y lo revelamos en momentos siempre difíciles de nuestras vidas, pero encabezar a un grupo de personas demanda tener consistencia en esa templanza que permite no desesperarnos o vencernos frente a mucha presión.
Durante años, esta cualidad se ha confundido con el mal temperamento, la soberbia, el exceso de confianza en uno mismo y hasta la una personalidad propensa a los excesos, ejemplos sobran, y los momentos de crisis son reveladores de este tipo de individuos, lo que nunca es agradable a la vista.
Porque una o un verdadero líder dirige y paga el precio por ello. Ya sé que muchos libros y manuales señalan que debe inspirar primero, pero en una situación de emergencia, suele ser más importante que sepa tomar decisiones y quien no tiene la confianza de su equipo de trabajo para seguirlo, como dice un viejo refrán de la política, es solo alguien dando un paseo en el parque.