“La nueva normalidad” en el entorno empresarial
Sin embargo, las condiciones laborales y los trabajos precarios, disfrazados de temporales, erosionan la posibilidad de construir una economía estable, que pueda enfrentar obligaciones que pronto explotarán en nuestra cara, como las pensiones.
Una reforma tributaria es urgente, pero no la que promueven los intereses que desean traer a México los descuentos de impuestos de nuestro vecino del norte y que solo aumentan la concentración del ingreso en pocas manos. Apenas este gobierno está equilibrando la recaudación de los grandes deudores y ese mensaje ha impulsado a los que estamos cautivos a seguir cumpliendo puntualmente con nuestras obligaciones, no obstante, esto no será suficiente si se quiere crecer con equidad.
Un rasgo alarmante que comprueba lo anterior reside en que mientras se cierran negocios, se pierden empleos, se cancelan servicios y hasta escuelas, los mercados han tenido uno de los mejores semestres de su historia, un factor que sorprendió a muchos, precisamente porque confundieron por años bursatilización con inversión directa.
Lo mismo ocurre con la estructura de la iniciativa privada en México, y para este caso de muchos de los países afectados por el coronavirus, donde la obsesión por las ganancias hacia los accionistas y los bonos a las partes altas de la estructura corporativa anularon las posibilidades de una distribución más horizontal de los ingresos en las empresas.
No corregir estas políticas económicas traerá el desastre que, parece, estaríamos evitando si logramos llegar al 2021 y la vacuna está accesible. El detalle estará en que, de nuevo, los segmentos de la población menos favorecidos y la golpeada clase media (que de pronto tanto nos preocupa hoy) sigan afectados por la enfermedad y la dolorosa recuperación económica.