La visión de la actual administración y las futuras es en función de una ideología en la creencia de lo mejor en el momento, y no lo que realmente la nación necesita para poder tener acceso a energías baratas con base en tecnología diversificada y que, para tenerla, requiere de dinero para realizar la instalación y su operación durante la vida de un proyecto.
En México no existe una misión energética, sólo hay indicios y momentos en periodos cortos de la historia de pretender hacer un plan, pero todos estos son coartados al cambiar la administración, sin dejar una inercia de continuidad.
La visión en la parte energética debe estar fundamentada “en un mercado abierto coordinado por y con la inversión pública e privada para la transformación de la riqueza, cuyo objetivo es el desarrollo en la sociedad”.
Hay que comprender que actualmente y en el futuro no podrá ser asumida en su totalidad por parte de una nación y que sólo deberá ser parte para trascender como una facilitadora con base en las leyes, normativas, regulaciones y órganos encargados para llevar en armonía el mercado energético. Continuar con una misión de desintegración o discordancia entre la inversión pública y privada generará un mercado con crecimiento lento y con atraso en la implementación de nuevas tecnologías que aseguren tener materias primas o utilización de recursos naturales con una larga utilización que puedan generar energía barata y de forma infinita.
Ha quedado demostrado que un mercado cerrado tiende a ser con una visión de corto plazo y da paso a la posibilidad de tener actos de corrupción por concentrar las decisiones energéticas en empresas productivas del estado centralizadas. En un momento inicial en el crecimiento de una demanda baja podrían aportar a la nación crecimiento, pero conforme ha aumentado la necesidad de cubrir una mayor diversidad dentro de la sociedad, empresas, industrias y todo aquello que requiera para la movilidad de la economía, deberá cambiar la misión de corto a largo plazo que asegure tener los recursos necesarios para poder cubrir.
No hacerlo hará codependientes al mercado energético de la decisión del presupuesto que se asigne a las empresas del estado, cuyo negocio para el país debería ser la recaudación de impuestos generados por las inversiones que asumen los riesgos financieros y operativos.