Dentro de la economía, el concepto de los incentivos es bastante familiar, básicamente los entendemos como las razones que nos llevan a hacer o a dejar de hacer algo. En el caso de las empresas no es ningún secreto que su razón de ser y principal incentivo es la búsqueda de ganancias, aunque esto no quiere decir que el afán de lucro debe ser su único motor, la actividad empresarial también debe ser socialmente responsable.
Durante la edad media hubo ejemplos de debates al interior de la iglesia sobre la moralidad de las actividades lucrativas, al ser la institución dominante en el pensamiento de aquellos días. Actualmente, se ha desarrollado todo un cuerpo de ideas, que se engloban dentro de la materia de las finanzas corporativas, en donde recientemente ha ganado terreno el tema de la implementación de los criterios de índole Ambiental, Social y de Gobernanza (ESG por sus siglas en inglés).
Aunque persiste la idea de que el fin de una empresa es generar ganancias, se reconoce la importancia de cuidar el entorno social donde operan.
Buscar imponer un juicio sobre lo que es bueno o malo, en lugar de considerar incentivos, se refleja claramente en el tema reciente sobre la comida chatarra. Por un lado, se dice que las empresas no deben de vender estos alimentos, ya que su consumo es nocivo para la salud y, por ende, tiene un impacto social negativo y se debe prohibir. Desde otro punto de vista, podemos empezar preguntándonos ¿por qué los venden? ¿Acaso no son los consumidores quienes los demandan?
Entonces, podríamos buscar fortalecer entre la población hábitos más saludables, de modo que los consumidores migraran hacia alimentos más sanos. Sin duda que las empresas, por su propio afán de lucro, buscarían proveer esos alimentos.
Vayamos a otro ejemplo, la industria energética, particularmente la que genera energía con base en combustibles fósiles. Todos sabemos que son altamente contaminantes y que hay fuentes de energía más limpias, pero nadie propondría cortar de tajo su uso, debido a que tenemos una estructura económica que depende en buena medida de estos combustibles, por lo que en general los expertos hablan de una transición gradual hacia energías limpias, lo que daría tiempo a las empresas de modificar su modelo de negocio al tiempo que el consumidor se adapta a nuevos productos, como vehículos eléctricos, por ejemplo.