Lo primero que aprendí es que el principal miedo de los CEOs está en la fuga de talento crítico que pondría en peligro las destrezas competitivas del negocio. Los buenos empleados (no así los malos) comenzarán a volar como golondrinas; se estima que en muchos casos lo harán quizás por menos dinero, a cambio de mejores condiciones de trabajo como mayor flexibilidad, vacaciones, esquemas atractivos de remuneración que combinen ingresos fijos y variables, o si se topan con una cultura más empática y de calado global (tal vez en dólares).
Otra amenaza sobre la mesa, que nos asedia ya como una realidad palpable, es la caída en la productividad de la operación. A estas alturas, los equipos ya dejaron atrás el miedo y la adrenalina que impulsaron los altos índices de productividad durante el segundo trimestre del año. Ahora vivimos momentos de agotamiento, depresión colectiva y zoom-fatiga - lo que muchos describen como un sentimiento de zoombie.
Para revertir esto es importante revisar horarios y forzar el descanso, multiplicar la empatía y positivismo, para dar espacio a la creación de un ambiente de colaboración y conexión cultural.
El ruido y el movimiento tan amplios de variables internas y externas es otro tema que brinca con frecuencia al conversar con líderes. Es difícil barajar cambios macro-económicos y regulatorios, disrupción tecnológica y la alteración de los hábitos de consumo, todo al mismo tiempo. Ante este entorno cambiante, definir prioridades es un problema frecuente que enfrentan quienes dirigen empresas y equipos de trabajo.
Para esto, será clave distinguir lo urgente de lo importante, para dar prioridad a lo que produce resultados y genera retorno de inversión.