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Los cabos sueltos del plan de reactivación

Habrá que dejar que camine el plan de reactivación, pero no hay que olvidar que los indicadores de confianza empresarial siguen deteriorados, opina Jonathán Torres.
lun 05 octubre 2020 11:59 PM

(Expansión) – El plan provoca un sabor agridulce. El reencuentro entre el gobierno y los empresarios es, de primer mano, una buena noticia. Pero ya con la cabeza fría la animosidad se altera. La estrategia para reactivar la economía, anunciada por el Presidente de la República y líderes del sector privado, desata varias lecturas: es insuficiente, favorece a los grandes capitales, carece de una visión de largo plazo y está hecho para que brille políticamente Andrés Manuel López Obrador. Nada más.

La noticia prevista para este 5 de octubre que da luz verde a proyectos de infraestructura para despertar la economía mexicana es motivo de celebración en las altas esferas políticas y de negocios. Sin embargo, para buena parte de la comunidad empresarial se trata de una lista puntual de proyectos que, entre otras cosas, no ofrecen incentivos para las medianas y pequeñas empresas y, entonces, están dirigidos únicamente para los sospechosos habituales.

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Los románticos dirán que la esperanza es lo último que muere y que habrá que dejar que camine el plan de reactivación, pero no hay que olvidar que los indicadores de confianza empresarial siguen deteriorados. Dicho eso, la lista de proyectos no es suficiente pues ésta tiene que estar acompañada de medidas y acciones que transparenten las reglas de operación, pero sobre todo del compromiso del gobierno de que respetará la inversión privada y no antepondrá sus cálculos políticos y sus caprichos ideológicos.

Los proyectos de infraestructura son ideales para mover cualquier economía; generan empleos y PIB. ¿Pero qué será diferente esta vez? Aún hay tiempo para que este sexenio cambie su suerte, pero si siguen dominando los mismos modos la estrategia que ahora se presume solo servirá para dos cosas: para que el presidente corte listones de obras políticamente convenientes, como siempre ha ocurrido en todas las administraciones, y para que su nombre trascienda a través de las placas ubicadas en proyectos faraónicos.

Hoy, por lo que se ha visto, hay más dudas que certezas. Si bien es cierto el plan de reactivación integró reuniones con el Consejo Coordinador Empresarial y el Consejo Mexicano de Negocios, hizo falta enriquecer su contenido con la mirada de muchos más actores del ecosistema empresarial y, en cambio, atiza la sensación de que solo podrán participar grandes financieros y empresas. Si esto es así, el gobierno de la llamada cuarta transformación seguirá los mismos pasos del viejo régimen priísta, sin un proyecto ejecutivo completo y mirando solo el corto plazo.

Va un vistazo a la construcción en México: este sector incide en 180, de las 260 actividades económicas enlistadas por el INEGI, la pandemia ha impactado en 2,500 micro, pequeñas y medianas empresas; al cierre de agosto, el valor de producción de las empresas constructoras registraba una caída de 23.3%, al tiempo que dicho sector entregó más de 250 proyectos para ser tomados en cuenta en el plan de reactivación pero no se sabe el curso que estos tendrán.

Preguntas con la esperanza de tener respuestas alentadoras: 96% de las empresas de la construcción son pymes. ¿Habrá incentivos para que inviertan? ¿Están dadas las condiciones para que la banca comercial genere créditos? ¿Para la redacción de este plan se escuchó la voz de despachos de abogados, grupos de interés social y ambientales? ¿Están en el mismo canal todos los gobernadores y buena parte de los presidentes municipales? ¿Qué hay de la gobernanza? ¿Cuántos empleos temporales, pero sobre todo permanentes, generarán estos proyectos? ¿Están puestos los candados para que se incentive el uso de insumos nacionales?

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Así, la noticia celebrada por unos no necesariamente es percibida de la misma forma por otros. México es el único país en América Latina que no ha dado ningún apoyo fiscal al empleo, por lo que cualquier plan, para ser exitoso, debe incluir ademas acciones de política fiscal. En conclusión, este plan de reactivación deja muchas dudas y tampoco extingue la confusión que provoca el modelo de pensamiento que el presidente tiene en materia de desarrollo económico y la incertidumbre en cuanto a la falta de garantías para invertir.

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La buenaventura hoy está presente en las conversaciones entre Andrés Manuel López Obrador y algunas representaciones empresariales. El plan de reactivación alimentó la dicha. Pero esta circunstancia está provocando un rejuego en la interlocución, que coloca en el entorno más preguntas: ¿cuánto durará esta armoniosa relación?

El presidente lleva la voz cantante. Siempre ha sido así. ¿Pero qué pasará cuando durante la ejecución del plan se presenten los jaloneos, las exigencias, el respeto a los compromisos, los problemas que suelen ocurrir en grandes obras? ¿Sigue activo el riesgo de que el mandatario vuelva a tomar distancia ante alguna postura empresarial que no le parezca? ¿Se radicalizaría? ¿Qué más le concederían los líderes del sector privado?

Las consecuencias de un futuro desencuentro pueden ser muy graves.

Nota del editor: Jonathán Torres es periodista de negocios, consultor de medios, exdirector editorial de Forbes Media Latam. Síguelo en LinkedIn y en Twitter como @jtorresescobedo . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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