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Biden a las puertas de la Casa Blanca

El país que tendrá un nuevo gobierno, y Congreso en el arranque de 2021, llevará como sello de arranque la polarización impulsada por Trump, apunta Horacio Vives.
vie 06 noviembre 2020 11:58 AM

(Expansión) – Sin tener aún certeza absoluta de cómputo de votos en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, el photo finish pareciera indicar que Joe Biden finalmente obtendrá los votos necesarios que lo llevarán a las puertas de la Casa Blanca en enero de 2021.

Los cómputos finales en Nevada, Arizona, Carolina del Norte, Georgia y particularmente en Pensilvania, han tenido en las últimas horas literalmente al mundo entero conteniendo la respiración. Por todo ello, el actual conflicto postelectoral arroja importantes lecciones a las que habrá que poner atención.

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El papel de las encuestas

Hay por supuesto quien defiende las proyecciones previas a la jornada electoral. En parte tienen razón: los estados que habían definido como claramente ganadores para los republicanos, los ganadores de los demócratas y los que estaban en disputa, terminaron confirmándose con los resultados de la elección.

Lo que es un papelón es que nadie predijo el altísimo margen de votación que alcanzó Trump (alrededor del 48%), cuando la expectativa fue sobre los treintas altos y cuarentas bajos-medios puntos porcentuales. Por lo mismo, una contundente “ola azul” en favor de Joe Biden y Kamala Harris, tampoco se presentó.

Y como los modelos de las llamadas casas pronosticadoras y apostadoras siguen a las encuestas, la percepción que configuraba el triunfo cómodo de los demócratas se fue magnificando. Así que otra vez, como hace cuatro años, las encuestas serán sujetas de renovados escrutinios.

El papel del Colegio Electoral

Si la tendencia se confirma, en esta ocasión el voto popular irá en el mismo sentido del Colegio Electoral, por lo que no se repetiría la aberración ocurrida en 2000 y 2016, donde los candidatos demócratas (Al Gore y Hillary Clinton respectivamente) ganaron en el voto popular, pero no conquistaron la Presidencia.

Reformar este punto medular del sistema electoral estadounidense es una reflexión que se tiene cada cuatro años, pero que en realidad tiene pocas posibilidades de concretarse: por un lado está el fuerte apego a las reglas que el país de dio desde su fundación en el siglo XVIII y, más importante aún, los incentivos de los estados pequeños, de menor población –principalmente dominados por los republicanos- sobrerrepresentados políticamente y que no tendrían los incentivos para participar en una enmienda constitucional que juegue en su contra.

Conflicto post electoral

Más allá de lo atípico que es para una elección presidencial en Estados Unidos que no se conozca al ganador al final de la jornada electoral, lo lamentable en esta ocasión es la bandera de fraude –sin argumento plausible alguno- ondeada por Donald Trump.

Es esquizofrénica la actitud que ha tomado desde la madrugada del miércoles: según los intereses en el estado de que se trate ha pedido desaforadamente que se detenga el conteo. Sus peticiones han sido en general desestimadas por las instancias jurídicas en los respectivos estados, y no pierde la esperanza de que en última instancia la elección se resuelva en la Corte Suprema de Justicia (donde tiene una cómoda mayoría).

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Así será la batalla legal por la presidencia de Estados Unidos

Responsabilidad democrática y solidez institucional

A pesar de las declaraciones de Trump sobre el fraude, la verdad es que sólo ha encontrado eco en minorías activadas de sus seguidores cuyas protestas y manifestaciones públicas han sido más bien menores hasta ahora.

Venturosamente, el conflicto social ha sido hasta ahora más bien contenido y no se han presentado manifestaciones de fuerte violencia como en algunos casos se estimaba. De lado de Biden –confiado en una victoria estrecha, pero triunfo al fin- ha seguido el perfecto libreto del candidato que se sabe ganador, que va a defender con firmeza su triunfo, pero que ha tenido una actitud responsable y moderada, en una tensa paciencia.

Lo que ha sido una agradable sorpresa es el papel que han jugado los grandes consorcios televisivos. En ausencia de autoridades electorales que den al final de la jornada resultados oficiales, son las televisoras las que van cantando los resultados por estado. En esta ocasión, han sido particularmente cautas en definir resultados a pesar de las conocidas filias y fobias que tienen respecto a los candidatos y sus partidos.

El otro aspecto importante es la actitud que en general han asumido respecto al mensaje de Trump -plagado de mentiras y alegatos sin sustento sobre el robo de la elección- de no haber hecho eco o que abruptamente lo desestimaron, a pesar de estarse transmitiendo en vivo.

La buena noticia aquí es que la robustez del sistema institucional en Estados Unidos es de tal fortaleza que ha permito –por ahora- resolver los conflictos que se han presentado. La apuesta es que se mantenga lo suficientemente sólido para sortear los embates que le seguirá haciendo Trump en las complejas semanas que le quedarían de gobierno. Claro está, de confirmarse lo que hasta ahora parece un triunfo de Biden.

Profundidad en la grieta

A este proceso político le quedan aún importantes definiciones. Faltan tres semanas para la oficialización de los resultados; que el Colegio Electoral confirme en diciembre el sentido de la votación. Trump no se va a detener en tocar puertas judiciales para revertir lo que hasta ahora es un resultado parcial que favorece a Biden.

Falta, no menos importante, que los resultados –también aún en suspenso- de la elección del Congreso perfilen que el próximo presidente tendrá un gobierno dividido.

Lo que es un hecho es que al haberse presentado una elección tan cerrada, la polarización del país se incrementará. No conviene al gobierno entrante que el resultado electoral haya sido tan estrecho.

Quedará la peligrosa sensación de que se trató de un empate, y que la pelota que pegó en la red terminó cayendo por gravedad en un lado de la cancha. Pero el país que tendrá un nuevo gobierno, y Congreso en el arranque de 2021, llevará como sello de arranque la polarización impulsada por Trump.

Ahí está el primer desafío por desmontar: el legado destructivo de Trump.

Nota del editor: Horacio Vives Segl es licenciado en Ciencia Política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y doctor en Ciencia Política por la Universidad de Belgrano (Argentina). Síguelo en Twitter . Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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