La “nueva normalidad” no parece sólo un chispazo de cambio ocasionado por la pandemia y nos hace cuestionarnos si todas estas modificaciones a nuestra manera de vivir fueran cambios necesarios que simplemente necesitaban una mecha que los encendiera.
Ciertamente, lo nuevo es “sexy” y nos parece interesante que la pandemia haya desencadenado cambios significativos que no estaban previstos o que no tenían precedente. Pero ¿realmente es así o simplemente son cambios que llevaban modelándose desde tiempo atrás y que simplemente necesitaban un detonador como este para develarse?
De ello surgen las siguientes interrogantes, que nos hace cuestionarnos si esta nueva normalidad en efecto nos obligó a ser digitales o si ya lo éramos sin darnos cuenta:
- ¿La comunicación remota no era necesaria considerando los tiempos y recursos excesivos invertidos en traslados a reuniones físicas y viajes a juntas de negocios o visitas a amigos distantes?
- ¿El trabajo en casa no hacía sentido analizando los espacios de oficina subutilizados, las rentas caras por m2 de los mismos y la complejidad de trasladarse todos los días a la oficina?
- ¿Las escuelas no eran ya caras, los métodos de educación anacrónicos y el contenido poco práctico?
- ¿Buena parte de nuestras transacciones de compra no eran ya mecánicas y transaccionales sin la necesidad de asistir a una tienda para comprarlos?
- ¿La experiencia de las tiendas físicas no estaba ya agotada y la variedad de producto limitada al espacio físico y necesidades de optimización de inventarios?
- ¿La relación precio-valor de los gimnasios no era ya desproporcionada y poco justificable?