Sabemos que la situación inédita que vivimos trajo a la luz nuevas necesidades y demandas de los empleados. Y es que los beneficios más tradicionales que otorgan las empresas como descuentos de gimnasios o días de home office han perdido todo sentido considerando que la mayoría de los colaboradores sigue trabajando obligatoriamente desde casa.
Desarrollar el equilibrio entre lo laboral y lo familiar, aún cuando ocurre todo en el mismo contexto, es la nueva destreza fundamental para la supervivencia.
Gestión del trabajo remoto en la nueva normalidad
Si bien hay un interés general por continuar con el home office como parte de las dinámicas de las empresas en la nueva normalidad, también debemos tener claro que el trabajo remoto en el escenario post pandemia deberá de implementarse de manera estratégica y no de la forma reactiva a la crisis como se aplicó en el inicio del confinamiento.
Ya varios actores de la sociedad han manifestado sus inquietudes en torno a la necesidad de discutir y regular la gestión del trabajo a distancia en el contexto de la nueva normalidad para que las condiciones sean justas tanto para el empleador como para los colaboradores.
En Europa, países como Portugal, Bélgica, Suecia y Holanda (éste último con el mayor número de teletrabajadores a finales de 2019, 4 de cada 10) ya contaban con leyes que concedían al empleado el derecho a jornadas flexibles y, en algunos casos, al pago de compensaciones para llevar a cabo esta actividad, antes de la pandemia.
La regulación específica que tienen estos países permite que los colaboradores, presenciales o teletrabajadores, gocen de los mismos derechos en cuanto a salario, prestaciones y jornada laboral.
Sin embargo, en América Latina, incluyendo nuestro país, el trabajo a distancia ha presentado importantes desafíos, poniendo de manifiesto algunas dificultades estructurales, tales como: desigualdad de oportunidades por falta de conectividad, costos elevados de herramientas tecnológicas, productividad laboral, legislación, entre otros tantos. Lo cierto es que en cada crisis surge una oportunidad. La de hoy consiste en consolidar un nuevo esquema de empleabilidad funcional a las necesidades de nuestra época y contexto actual.