El 24 de octubre de 2020, durante su visita a la Central Termoeléctrica “José López Portillo” en Coahuila, el presidente señaló que no dará un paso atrás en el rescate de Pemex y CFE, sin importar que se siga usando carbón para generar energía. Incluso declaró que el beneficio por usar energías limpias es un sofisma.
Dos días después, el presidente comentó en su conferencia mañanera que uno de sus mandatos es proteger a las Empresas Productivas del Estado y convertirlas en palancas del crecimiento. Más aún, en defensa del interés público sobre el interés de los particulares, ha declarado que los reguladores, dentro de la normatividad, deberán cuidar y proteger los intereses de Pemex y CFE.
Concentrándonos en el sector eléctrico, recordemos que, en mayo la Secretaría de Energía publicó en el Diario Oficial de la Federación la política de confiabilidad, seguridad y calidad del Sistema Eléctrico Nacional, donde se privilegia la generación de electricidad por parte de la CFE. Este documento, junto con los cambios normativos en la Comisión Reguladora de Energía que modificaron los costos y el orden de prelación de acceso a la red, dificultan la operación de otro tipo de generadores.
Particularmente, estas nuevas normas argumentan el hecho de la intermitencia, la falta de confiabilidad y calidad de la energía generada por fuentes renovables. Todo esto, pese a que se sabe que las centrales eléctricas renovables generan electricidad a menores costos.
Los amparos interpuestos por los operadores y generadores privados han sido considerados por la SCJN para emitir un falló a su favor, alegando que dichas normas atentan contra la competencia y libre concurrencia establecidas en la Constitución mexicana. Sin embargo, el gobierno ha manifestado su intención de reformar la constitución para incluir su política energética en la que, según entendemos, privilegiaría la generación de electricidad a partir de combustibles fósiles.
Esto, en mi opinión, nos obligaría a seguir operando instalaciones con enormes ineficiencias operativas, caras y altamente contaminantes.
México ha decidido actuar en sentido contrario a la tendencia global sobre el tema de energía, comprando toneladas de carbón y garantizando el abasto de combustóleo para la generación de electricidad y modernizando varias centrales termoeléctricas. Con la tecnología actual, la generación de un MWh en un parque eólico o solar cuesta en promedio alrededor de 20 dólares, mientras que en una termoeléctrica es aproximadamente 140 dólares.
Es posible que esta diferencia en costos sea transferida al precio que pagan los usuarios o en su defecto que sea absorbido por el subsidio que se aplica a las tarifas.