Publicidad

Síguenos en nuestras redes sociales:

Publicidad

El avance de la carrera anti elitista

Es urgente que quienes toman decisiones en las empresas se comprometan con un proceso de desarrollo de la conciencia, que combatan predisposiciones, opina Kleber Wedemann.
jue 18 febrero 2021 12:03 AM

(Expansión) - Ante los males que provoca el elitismo -u oligarquismo- en América Latina, nuestro deber no es solo reflexionar sobre la urgencia de combatir este problema estructural, sino actuar directamente en él. En las siguientes líneas, expongo mis reflexiones desde el punto de vista de un ejecutivo blanco, privilegiado, sensible, atento a este tema, y en constante proceso de aprendizaje.

Con el propósito de ilustrar cómo podemos marcar la diferencia en este proceso de transformación que ocurre a diario en muchas empresas, trazaré un breve paralelo entre una de mis grandes pasiones, que es el automovilismo (ya que soy brasileño, utilizaré a los pilotos brasileños como referencia) y el mundo empresarial.

Publicidad

En la historia, desde la creación de las principales categorías de automovilismo hasta la actualidad, 27 pilotos brasileños pasaron por la Fórmula Indy, y 33 pilotos brasileños compitieron en la Fórmula 1. Al hacer un breve análisis, nos damos cuenta de que solo cinco de ellos tuvieron éxito, además a Ayrton Senna: Tony Kanaan, Hélio Castroneves, Felipe Massa, Rubens Barrichello y Nelson Piquet.

¿Por qué la mayoría de estos 60 conductores no lograron la misma notoriedad? Algo que compartieron estos cinco corredores exitosos son las adversidades que moldearon su carácter. Rubens, por ejemplo, cuenta que su padre tuvo que vender el viejo auto de la familia, un Fiat 147, para pagar el viaje al campeonato brasileño de karting. Tony Kanaan corrió, y ganó, una carrera un día después de que muriera su padre. El resto también tuvo historias de vida en extremo complicadas.

A mi paso por varias empresas de tecnología, pude ver cómo se ejercían los prejuicios. Muchas organizaciones de Recursos Humanos tienden a buscar un estándar normativo, hostil a la diversidad y la inclusión, que va desde los requisitos de un cierto estándar estético como el color del cabello y la estatura, hasta la eliminación de currículos porque no se menciona una universidad de élite.

En una ocasión, cuando necesitaba contratar para un puesto determinado, recibí el CV de un candidato a quien llamaré Paul. En el documento no se hacía mención de ninguna institución líder –ni siquiera había completado su carrera universitaria–. A pesar de la insistencia de Recursos Humanos, yo tenía muchas ganas de conocerlo.

Era un hombre de color que vivía en los guetos de São Paulo, y que había nacido en una conocida favela de la misma ciudad. No exagero al afirmar que a pesar de todas estas características que excluirían a Paul de los procesos de selección de esa empresa, esta fue una de las mejores contrataciones que he hecho en mi vida.

Después de que dejé esa compañía, Paul permaneció en ella cuatro años más. Se fue para integrarse a otra gran empresa multinacional, invitado por un ejecutivo de la empresa anterior. La reputación de Paul resonó en la empresa en la que trabajamos de tal manera que todos lo reconocían como un profesional verdaderamente competente.

Publicidad
La pandemia acelera la revolución 4.0 en las empresas

Es posible que ahora usted se esté preguntando: ¿qué hubo de diferente en Paul que le hizo cultivar esta imagen tanto entre colegas como fuera de la compañía?

Todos hemos tenido a un colega que es del agrado de todos. Además, su trayectoria de superación le brindó la capacidad de construir relaciones más sinceras, más transparentes y más empáticas. Esto es muy distinto a la postura intimidante que muchos blancos privilegiados tenemos a la hora de relacionarnos, y que acaba resultando en una conexión superficial.

Un detalle más es que Paul pudo analizar las posibles dificultades de un proyecto de forma holística y ofrecer formas creativas para superarlas de la manera más armoniosa y respetuosa posible para los involucrados. Y nunca perdía la oportunidad de aprender.

En ese entonces, yo asociaba ese ingenio y amor con los sentimientos de Rubens cuando no redujo la velocidad para dejar pasar a Michael Schumacher en el Gran Premio de Hungría de 2010. O con Tony conduciendo en las últimas vueltas de la Indy 500 de 2013, cuando era casi un corredor desempleado y ganó la carrera más importante del mundo del automovilismo porque esa era su única oportunidad.

Esto para mí representa la fuerza de los renegados, de los excluidos, la energía de quienes dependen de ello y entienden que necesitan hacerlo mejor que los demás, todo el tiempo... que lo hacen por pasión, amor y voluntad. Cosas como estas no se “aprenden” en las universidades de primer nivel o en los cursos de administración. Este sentimiento proviene de superar obstáculos, del aprendizaje de la vida, de la sensibilidad social, del dinamismo, de la empatía y, sobre todo, del deseo de prosperar.

Además del mundo corporativo, la carrera contra el elitismo es un proceso complejo. Por eso, es urgente que quienes toman decisiones en las empresas se comprometan con un proceso de desarrollo de la conciencia, que combatan estas predisposiciones y contribuyan a la reparación de esta herida que es el “prejuicio” del elitismo empresarial, cada uno a su manera.

Nota del editor: Kleber Wedemann es Director de Marketing en SAS Latinoamérica y Caribe. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

Publicidad

Newsletter

Únete a nuestra comunidad. Te mandaremos una selección de nuestras historias.

Publicidad

Publicidad