Propongo un guion alternativo. De forma gradual y accidentada, México construye un consenso político amplio sobre ciertos fundamentales macroeconómicos: libre comercio, finanzas públicas sanas, autonomía del banco central, libre flotación cambiaria.
No son perfectos ni suficientes para garantizar prosperidad. Tampoco implican anular la competencia política. Se trata de establecer ciertas reglas básicas bajo las que verdes, rojos o azules se comprometen a operar de resultar ganadores.
En esta versión hay menos héroes y villanos, muchos seres humanos falibles y más tonos de gris. Pero creo que hace más justicia a la forma en la que operan los países en la realidad.
Hace poco, Alejandro Moreno y quien esto escribe comenzamos un esfuerzo para medir qué tanto afectan las elecciones a los mercados financieros. Falta refinar el ejercicio, pero los primeros resultados – ver la nota en inglés del Wilson Center aquí – indican que no mucho.
La hipótesis de “mercados eficientes” – es decir, que incorporan inmediatamente toda la información disponible – podría explicar la falta de reacción ante “sorpresas” electorales, pero no basta para explicar la indiferencia del mercado ante cambios de partido en el poder.
Por otro lado, la idea de un consenso político amplio sobre manejo macro – la existencia del PRIAN en términos de AMLO – sí es consistente con esa falta de reacción de las variables financieras.
Bajo esta óptica, ¿la elección del 2018 sería la excepción que confirma la regla? No. La regla aplica a la perfección. A lo largo de su tercera campaña presidencial, AMLO insistió en que mantendría finanzas públicas sanas, respetaría la autonomía del Banxico, mantendría la apertura económica.
Desde el punto de vista de los inversionistas, el PRIAN se convirtió en el PRIANMOR en términos de continuidad de manejo macro; no hay nada que lamentar en ello.
Veo sin embargo dos problemas. Donde sí hubo diferencia es en quien toma las decisiones. Pasamos de élites tecnocráticas con gran ascendencia sobre el Ejecutivo a un manejo unipersonal por éste.
El segundo riesgo está asociado al primero y es un tema de consistencia. Cuando quien decide no sabe, y además los fundamentos técnicos de una decisión se relegan a un segundo plano, empiezan a surgir contradicciones entre lo que se hace y el compromiso con la estabilidad macro.