La verdad, siempre aprendo yo más de mis alumnos que ellos de mí, en particular porque desde hace tiempo comprendí que los chicos ya no quieren a la figura tradicional del profesor, sino que buscan a un líder o mentor que los apoye a generar nuevo conocimiento.
Cuando comenzó la pandemia, a todos nos agarró con los dedos en la puerta. Ese fin de semana de marzo de 2020, me encontraba en la Convención Bancaria con un altísimo nivel de estrés e incertidumbre por lo que vendría. Al regresar el martes a la oficina, todo el mundo me veía como bicho raro y desde ese momento comencé la modalidad de home office, pero también inicié las clases virtuales con las herramientas con las que contaba, pero con el compromiso de finalizar bien el curso.
He de reconocer la gran labor de mis alumnos ya que, entre todos, hemos logrado sacar tres semestres de forma remota. Son muchísimas las anécdotas que podría platicar, por lo complicado que es para todos mantener el ritmo, ánimo y entusiasmo para seguir aprendiendo de la mejor forma posible. En lo personal, es un compromiso de honor el no bajar la calidad de la clase, sobre todo por lo que representa la responsabilidad de estar al frente de un grupo de chicos que han sido los más afectados por la pandemia.
Durante todo este periodo, hemos escuchado mucho del proceso de vacunación y, para ser sincero, debido al ritmo lento en nuestro país y a mi rango de edad (30-40 años), ya me había hecho a la idea de ir a los Estados Unidos. Cuál sería mi sorpresa al recibir un correo de Capital Humano de la Universidad Anáhuac Campus Sur, en la que urgentemente debía llenar un cuestionario para ser considerado para la vacuna por ser profesor. Escéptico, completé el formulario y lo envié.
En menos de un mes, consulté el portal del Gobierno de la Ciudad de México y ya aparecía como registrado, era cuestión de esperar y aun así seguía incrédulo de que ese día pudiera llegar. En el chat de WhatsApp de los profesores comenzaron a llegar mensajes, así que revisé nuevamente y ya tenía cita para el viernes 21 a las 10:00 horas en el ITAM campus Santa Teresa.
Llegó el día y amablemente mi papá me llevó. Por lo meticuloso que soy, un día antes ya había ido a ver bien dónde era para llegar sin contratiempos a la cita, y tenía listo el formulario resuelto y mi identificación oficial. Crucé Camino a Santa Teresa y todo el personal de la Brigada Correcaminos nos brindó una atención y actitud de servicio impresionante, a lo largo de los diversos filtros.
Primero, revisan tus papeles y te entregan una ficha para ingresar, el personal que te asiste denota alegría y una gran sonrisa, que se nota aún con el cubrebocas. Después del filtro sanitario, te llevan a la mesa de registro, la cual pasé rápidamente por llevar el formulario resuelto. Pronto, sentí la emoción de vivir el instante que cambiará el futuro.