Uno de los factores más importantes a considerar es el cambio climático. La variación dramática de las temperaturas ha venido a representar un reto mayúsculo, sobre todo a la superficie sembrada que no cuenta con algún tipo de control sobre sus procesos.
Este elemento ha venido también a afectar uno de los elementos cruciales del proceso: el acceso a fuentes de agua. El estrés hídrico ya es una crisis en diversas regiones del país y a pesar de que existen tecnologías que permiten el uso de agua regenerada para fines agrícolas, la inversión en muchos casos es cuantiosa y los tomadores de decisiones no siempre son sensibles a las consecuencias de no contar con una fuente constante y segura de abastecimiento de agua.
Las empresas con capacidad financiera tienen a su disposición un sinnúmero de tecnologías de las que pueden echar mano para optimizar sus rendimientos: invernaderos, sistemas de riego controlado, sensores, RFID’s, entre muchos otros que les permiten, por medio de la digitalización, planear, controlar y predecir a lo largo del proceso de la cadena de valor.
Es así que las tecnologías de frontera como el internet de las cosas (IoT), los drones, el aprendizaje máquina y el big data son elementos que tienen una aplicación directa en el sector de los agronegocios. Es así que la información es el complemento necesario a la intuición o la experiencia en la toma de decisiones.
Otra tendencia importante es la Inteligencia de Negocios o Business Intelligence (BI) que nos permite generar sistemas de datos que a través del análisis se traducen en información relevante de negocios y que tiene un impacto positivo en el crecimiento de las empresas que lo integran.
Las herramientas del BI propician la optimización de las áreas de negocio, desde departamentos internos como las ventas, los niveles de producción, gestión de recursos y gastos, hasta el análisis comercial de los competidores, el mercado y sus tendencias.