En otras palabras, necesitamos de lo digital para mantenernos conectados con otras personas y saber lo que sucede en nuestro entorno.
Con este marco, es innegable que la tecnología está siendo un catalizador de transformación de nuestra sociedad. Esto es, incluso, todo un fenómeno de estudio para historiadores, quienes no reparan en asegurar que la tecnología digital es la nueva gran ola de la evolución socioeconómica de la humanidad.
El factor económico es uno de los campos más evidentes: en los últimos 20 años han surgido nuevos emprendimientos que han dejado en claro que la manera en que nos informamos, comunicamos, transportamos, compramos y hasta vivimos pueden renovarse radicalmente con tecnología.
Esta digitalización de nuestra rutina es más que solo una simplificación de lo cotidiano: es un aliado que nos encamina a una transformación cultural. Como todo gran avance e hito de la humanidad, tiene sus grandes responsabilidades y áreas de oportunidad.
Es así que el emprendimiento tecnológico no puede limitarse solo a una narrativa de negocios movida únicamente por lo económico o a una meta simplista de “hacer nuestra vida más fácil”. Implica y necesita ser guiado para contribuir en la consecución de los grandes pendientes de nuestra sociedad, con el último fin de desencadenar el cambio habilitado por la ciencia y la tecnología.
Así los gadgets, las apps, la inteligencia artificial y todas las soluciones tecnológicas, son un medio hacia una transformación que cierra brechas al generar inclusión social que nos permite promover una cultura de prevención y resiliencia ante los retos ambientales, económicos o sociales que enfrentamos.