Esos cuatro círculos estrechos son: uno, donde vivirían el 1 por millar de familias (35,000, el círculo plata) que tienen al menos 10 millones de dólares en activos; dos, donde vivirían el 1 por 10,000 familias (3,500, el círculo oro) que tienen al menos 50 millones de dólares en activos; tres, donde vivirían el 1 por 100,000 familias (350, el círculo platino) que tienen al menos 250 millones de dólares en activos; y cuatro, donde vivirían el 1 por millón de familias (35, el círculo diamante) que tienen al menos 1,000 millones de dólares en activos.
Es importante señalar que no solo el ingreso y los activos físicos y financieros —que como se ha visto están estrechamente vinculados: a mayor cantidad de activos, mayores ingresos— determinan la posibilidad de pertenecer a la cúspide de la pirámide socioeconómica. La fuerza intelectual o política también son vía de acceso. En honor de Bourdieu, y en términos más abstractos, no sólo el capital económico es el camino para acceder a la cima de la estratificación social. Otra forma de hacerlo y sus combinaciones son la posesión de diversas formas de capital, tal como el humano, el social y el cultural. Es posible ahora que cada uno de nosotros nos ubiquemos en el edificio (o pirámide) social y económico del país. Sólo por subrayarlo: la mayoría de los lectores de este artículo, con más probabilidad que menos, pertenecen al 1% más influyente del país.
El calentamiento global acelera su paso poniendo en riesgo la vida del planeta
Una parte no despreciable de la clase media emprendedora, esforzada, tomadora de riesgos, aspiracionista, está compuesta de los minúsculos empresarios formales e informales, urbanos y rurales, profesionistas y prestadores de una pluralidad de servicios, que no forman parte del último nivel del décimo piso. He aquí la nueva disyuntiva (el 1 frente al 99) que, por lo demás, está bastante alejada de la imagen inicial según la cual la clase media supuestamente estaría formada por 60% de las familias.
América Latina exhibe los mayores niveles de desigualdad del ingreso en el mundo y México no es excepción. La inequidad se ha convertido en un problema a resolver debido a que en la actualidad se concibe como un obstáculo para lograr el crecimiento económico y abatir la pobreza. La desigualdad es un tema que va mucho más allá del ámbito económico: “Repercute en el empleo, la educación, la salud, la vivienda, el espacio público y residencial, segmenta la vida social y debilita la cohesión”, escribió Fernando Cortés en el libro ‘La cuestión social en el siglo XXI en América Latina’.
Ante estas ideas, y enfrentados a nuestra propia posición en la distribución del ingreso, ¿qué hacer para abatir la ofensiva desigualdad en nuestro país? ¿Cómo emprender acciones desde nuestros diversos roles sociales? ¿Qué hacer desde la familia, el trabajo, las asociaciones gremiales, las organizaciones de la sociedad civil, empleando nuestra fuerza ciudadana y participación política? No se va a resolver con donativos a una causa filantrópica o con aumentar la altura de las bardas. No es sólo lo ético, sino lo práctico. No son sostenibles esas distancias que, como olla de presión, eventualmente estallan como un rayo en cielo despejado. Así ocurrió en 1910, días después de celebrar pomposamente el centenario de nuestra Independencia. O en Francia, en 1789.
La desigualdad de ingresos en el mundo es inaceptable e indicativa de que los beneficios, tanto del capitalismo como de las economías dirigidas por el Estado, no han brindado justicia social. Reflexionar para el cambio hacia sociedades más justas es necesario. Lo que cada uno pueda aportar para enriquecer el debate y diseño de las políticas de igualdad es imperativo.
¿Por dónde empezar? Podemos intentar:
1- Reflexionar los pros y contras de una reforma fiscal verdadera que haga posible aumentar el empleo, el crecimiento y la inversión.
2- Evaluar los pros y contras de un ingreso básico universal. Es decir, dar a cada mexicano 500 o 1,000 pesos mensuales (3% o 6% del PIB). Elimina la pobreza extrema y reduce la pobreza y desigualdad regional de inmediato.
3- Continuar denunciando en redes sociales cualquier acto ofensivo de prepotencia (lord…, lady…), de corrupción, de mirreyes.
Busquemos construir un mejor país, uno que no necesite bardas.
Nota del editor: Miguel Basáñez es exembajador de Mexico en los Estados Unidos, expresidente de la organización Mundial de Encuestadoras y presidente del Centro Tepoztlán. Fernando Cortés es doctor en Ciencias Sociales con especialidad en Antropología Social por el CIESAS, investigador del PUED, UNAM y miembro del Centro Tepoztlán.