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'ESG-washing' como riesgo ético

Es importante tener en cuenta que la materialidad (importancia o peso) de los temas ESG es dinámico y cambia en el tiempo, a veces, de manera híper-veloz, señala Gabriel Cecchini.
mié 08 septiembre 2021 12:07 AM

(Expansión) - A medida que aumentan los compromisos de empresas y organizaciones financieras y de inversión en torno a la incorporación de criterios ESG (Medioambientales, Sociales y de Gobierno Corporativo) en sus estrategias, políticas, productos y servicios, aumenta también la presión externa por saber si dichas organizaciones están en realidad llevando a cabo - y hasta qué grado – lo que declaman estar haciendo. Las portadas de los principales diarios y revistas especializadas en negocios e inversiones así lo reflejan.

¿Su empresa afirma tener una política implementada de reducción de emisiones de carbono, pero sus equipos de lobby corporativo están intentando demorar o boicotear la implementación de regulaciones tendientes a combatir el cambio climático por parte de gobiernos locales? Los planes de reducción de emisiones “Net Zero” de hoy son tan prevalentes y muchas veces exagerados como hace algunos años los compromisos “cero corrupción” de algunas empresas que luego se vieron involucradas en casos sistemáticos de fraude y corrupción.

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¿Los fondos que gestiona desde su firma de inversión llevan en su nombre la sigla “ESG” y prometen seleccionar acciones o bonos de empresas que son supuestamente sustentables, pero en realidad tienen en su portafolio empresas cuyos modelos de negocio a mediano y largo plazo están basados en la extracción de combustibles fósiles o que tienen cadenas de valor opacas involucradas en abusos de derechos humanos?

Estos son algunos de los casos en los que las organizaciones están prometiendo algo que en realidad no están en condiciones de poder ofrecer.

A medida que en estos últimos meses los flujos de capital hacia fondos ESG han aumentado de manera exponencial acelerados por la pandemia, muchas organizaciones ven una oportunidad de atraer grandes cantidades de dinero de manera rápida autoproclamándose de un día para otro “sustentables” y adhiriendo a distintas iniciativas o principios del campo que les permitan exhibir en público sus supuestas credenciales “verdes”, “sociales”, o “ESG”.

Mientras mayor sea la brecha entre lo que dicen y hacen, mayor el riesgo al cual están expuestas: estamos en presencia del fenómeno cada vez más extendido de greenwashing, o de ESG-washing en general si tenemos en cuenta que estas “narrativas” exageradas o directamente falsas no se limitan sólo a temas medioambientales, sino que también incluyen los factores sociales y de gobernanza corporativa.

El ESG-washing representa entonces un riesgo ético para todas estas organizaciones: en cualquier momento, algún grupo de interés externo o interno (reguladores, accionistas, empleados, consumidores, etc.) tomará nota de estas incongruencias y las expondrá de manera pública, con consecuencias tangibles en términos de multas y sanciones, daños reputacionales, activismo de inversores en pos de cambios en los directorios y management de empresas en las que invierten, pérdidas de clientes, etc.

Está en juego aquí la integridad de dichas organizaciones y, por ende, también su credibilidad, afectando a la organización en su totalidad, no solo en relación con estos temas problemáticos puntuales que puedan salir a la luz, sino también a otros asuntos sobre los cuales sus stakeholders querrán indagar también, produciéndose un potencial efecto “bola de nieve”.

Si, por ejemplo, una empresa reporta regularmente sobre sus compromisos y acciones pro igualdad de género y diversidad pero en sus directorios o en el Senior Management no hay ninguna o pocas mujeres o minorías representadas, entonces uno puede suponer que de la misma manera que las organizaciones están “narrando” algo que no tiene asidero en la realidad, quizás también en otros aspectos de su desempeño de sustentabilidad como así también el financiero pueda haber incongruencias que también merezcan ser examinadas.

Después de cierta demora y en gran medida presionados por una ciudadanía global cada vez más comprometida con estos temas - especialmente las generaciones más jóvenes y por temas que no pueden esperar como el cambio climático -, los gobiernos se están poniendo al día y lanzando una batería de disposiciones regulatorias que buscan precisamente identificar y, sobre todo, prevenir instancias de ESG-washing.

Un ejemplo reciente ha sido la regulación SFDR de la Unión Europea introducida en marzo de 2021 y que aplica a las entidades financieras y de inversión del continente. La regulación tiene por objetivo que dichas entidades divulguen de manera sistemática información relativa a de qué manera integran criterios de sustentabilidad a nivel de sus entidades y en sus productos y servicios, con particular énfasis en los riesgos e impactos negativos de sustentabilidad.

Firmas de inversión y otros actores del sector financiero deberán entonces divulgar de manera precisa a través de datos y métricas consistentes de qué manera están integrando factores ESG. Esto pone presión a las empresas a consiguientemente reportar de manera robusta y transparente sus desempeños ESG para atraer el capital de estos actores del sistema financiero. Reguladores del sistema financiero y asset owners (bancos centrales, fondos de pensión) de diversos países están también implementando o estudiando implementar medidas similares; América Latina no es la excepción en este sentido.

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De todas formas, más allá de la información “oficial” reportada por parte de empresas y firmas de inversión - cuya consistencia y confiabilidad deberá aumentar con las nuevas regulaciones -, a la hora de detectar el ESG-washing se debe ir un paso más allá y evaluar el walk the talk también a través de indicadores que estén fuera del control de estas organizaciones, escuchando de manera activa lo que los grupos de interés involucrados (y/o afectados) están reportando en tiempo real sobre los impactos negativos de estas organizaciones.

Monitorear lo que estos stakeholders - comunidades locales, ONGs, empleados y organizaciones sindicales, medios de comunicación, etc. - están comunicando sobre dichas organizaciones es clave a la hora de detectar el ESG-washing ya que existe aquí información valiosa que permitirá acceder a una evaluación comprehensiva del desempeño real ESG de una organización. Las nuevas tecnologías de investigación y búsqueda de datos basadas en inteligencia artificial y machine learning permiten estructurar y cuantificar los incidentes de riesgos ESG reportados por parte de estos stakeholders en tiempo real.

Asimismo, es importante tener en cuenta que la materialidad (importancia o peso) de los temas ESG es dinámico y cambia en el tiempo - a veces, de manera híper-veloz – y, por ende, el análisis de lo reportado externamente es importante para considerar cuáles son los temas que van emergiendo y que pueden acarrear impactos negativos tanto para las organizaciones mismas (empresas y firmas de inversión) en términos financieros o reputacionales, así como los grupos de interés afectados por sus prácticas.

Evitar caer en prácticas de ESG-washing demanda entonces por parte de empresas y firmas de inversión que quieran mantener una cultura de integridad y la consiguiente confianza del mercado, una constante evaluación y monitoreo de que se esté llevando a cabo aquello que se prometió.

Aquí jugarán un papel importante los programas y equipos de Compliance que, como guardianes de la integridad de sus organizaciones, deberán velar porque estas últimas actúen de manera coherente de acuerdo con los compromisos asumidos y las políticas y procedimientos respectivos establecidos, siempre dentro del marco regulatorio vigente y de principios y frameworks ESG a los que la entidad adhirió.

De esta manera se asegurará que las acciones reportadas y comunicadas externamente reflejen de manera precisa las prácticas reales de desempeño ESG. Y, cuando esto no ocurra, estar en condiciones de realizar los cambios correspondientes para evitar que estas situaciones se repitan.

Nota del editor: Gabriel Cecchini es consultor en Gobierno Corporativo, Integridad & ESG. Síguelo en LinkedIn y en Twitter . Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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