Mientras el COVID-19 sigue aquí y la economía aún no da señales de recuperación, hay buenas noticias para el emprendimiento relacionadas con la reciente creación de unicornios mexicanos y con la próxima generación de otros más que, según los pronósticos, incursionarán en el e-commerce y en los servicios financieros.
¿Qué demonios está pasando en México? ¿Cómo se explica que, mientras la comunidad empresarial lamenta el mal clima de negocios, en el ecosistema emprendedor se cierren jugosos deals? Para el actual gobierno, el emprendimiento no es prioridad; su mirada está en los sectores y negocios tradicionales. Dicho lo anterior, los unicornios mexicanos que nacieron en tiempos de la llamada cuarta transformación son producto de factores ajenos a la coyuntura.
Mucha de la inversión que respalda a estas empresas obedece a una valuación futura. Visto así, el término “unicornio” es irrelevante porque estamos frente a una promesa de valor futuro. Su valuación sigue siendo un valor de papel. Pero las buenas proyecciones que arrojan responden, entre otros factores, al gran tamaño del mercado mexicano y a la aceleración del mundo digital.
En 2019, cuando llegó Nubank a México, empezaron a registrarse rondas de dinero muy importantes para las startups. Previamente, en 2014, la Reforma de Telecomunicaciones sentó las condiciones para ampliar los servicios de telefonía e internet. Ahora, aunque aún hay resistencias, la cultura a favor de las transferencias electrónicas gana más simpatías y las transacciones de dinero ya son muy comunes. Finalmente, la logística entre los mundos físico y virtual es cada día más eficiente.
La coyuntura política no está deteniendo el flujo de capital para el ecosistema emprendedor. El momento político podrá generar muchas fobias, pero los factores macro de la economía no están inhibiendo el apetito por invertir en México; un tipo de cambio estable, las proyecciones del PIB de siempre y uno de los climas políticos con menos agitación de América Latina (véase Chile, Perú y Colombia).
Pero esta historia tiene un matiz: la exponencialidad del emprendimiento mexicano responde al interés de inversionistas extranjeros. Si bien hay fondos e inversionistas mexicanos conscientes de las oportunidades de invertir en emprendedores, la mayor parte del capital mexicano no quiere invertir en el ecosistema.
Los fondos de pensiones, por ejemplo, podrían fondear el venture capital pero no tienen el interés y así la rentabilidad se va a fondos extranjeros. Los family office, por su parte, suelen invertir cuando están frente a activos baratos, modelos de renta de corto plazo, por lo que no necesariamente invierten en activos de alto riesgo como es el capital emprendedor.