Lo mismo aplica para el subsidio de las pérdidas de Pemex, sin plan de reestructura corporativa, pero con apuestas ajenas a toda lógica financiera y energética, como la que se hace en refinación, cuyos números rojos están entre los peores de la empresa. O el empeño de retornar al monopolio eléctrico de la CFE con más subsidios a la obsolescencia y forzar la desinversión de privados que estaban construyendo la capacidad de generación tenemos que asegurar, conforme a las condiciones de la transición energética y nuestras responsabilidades climáticas, y con capital fresco que nuestro gobierno no tiene, como resulta evidente cuando se gastan hasta los fideicomisos que había para emergencias.
Entre otras razones, los economistas piden mayor inversión pública a los países porque suele tener un efecto multiplicador en la privada, que hoy, en México, está en niveles que sí son históricamente bajos: 17% como porcentaje del PIB, cuando debería rondar el 20%. Pero cómo podría darse ese efecto si ninguno de los grandes proyectos de nuestro gobierno tiene realmente perspectiva de rentabilidad e incluso se duda de que lleguen a funcionar algún día. Peor, si, en vez de incentivar o hacer sinergia con la inversión privada, por principio la inhiben o excluyen. Ya no luce tan bueno el aumento para 2022.
Básicamente, invertir es sacrificar gasto actual o arriesgar capital a cambio de aumentar la productividad o el rendimiento para luego contar con mayor capacidad de gasto. ¿Tiene relación eso con lo que se está haciendo en Pemex? Si se aduce que todo es por soberanía y autosuficiencia, y lo que se asoma, como resultado, es más precariedad energética, dependencia y rezago, la calificación de gasto, y no inversión, entra como traje a la medida.
Conforme al proyecto presupuestal, en 2022 Pemex podrá endeudarse hasta superar 118,000 millones de dólares, con el costo financiero al alza por la degradación de la calificación crediticia. Entre capitalizaciones, reducciones impositivas y pago de deuda, desde el 2019 se le han transferido más de 39 mil 700 millones, pero la producción no ha crecido ni 3%.
Más que de inversión, cabría hablar de respiración artificial para seguir echando dinero bueno al malo. Las contradicciones de la “inversión” de la refinería Dos Bocas y la adquisición del 100% de la de Deer Park cuando se disparan sus pérdidas son la muestra perfecta del sinsentido.