Este concepto y sus componentes Open Banking (bancos), Open Insurance (seguros) y Open Investment (inversiones) son parte un movimiento regulatorio nacido en Europa en 2015, que tiene como objetivo dar mayor poder al usuario de servicios financieros a través de un principio simple: reconocerlo como dueño de sus datos.
Revisemos entonces cómo un banco fija el precio, por ejemplo, de un crédito personal: en la tasa de interés que cobrará se incluyen muchos conceptos, pero el más importante y variable es el de “probabilidad de impago” del deudor. Si el banco entiende que el cliente es riesgoso, cobrará más caro el crédito.
Pero el Open Finance cambia radicalmente esta ecuación. Su concepto central es que el cliente de un banco (digamos Banco A) puede autorizar a otro banco (Banco B) a obtener TODA su información para cotizarle un crédito o cualquier otro producto.
Este sistema es voluntario para los clientes y la autorización que brinden será siempre definida no sólo en instituciones, sino también en tiempo y alcance. Es decir, un cliente autoriza al “Banco A” a obtener sus datos, durante 30 días, y a los efectos de, por ejemplo, ofrecerle un paquete de productos. Terminado ese período el “Banco A” no puede consultar más los datos, ni tampoco puede hacerlos para fines distintos de los autorizados explícitamente.
Algunos de los beneficios son: aumentar la competencia en el sector, mejorar la oferta de productos y servicios, otorgar al cliente el poder sobre sus datos, ayudar a prevenir el fraude y contribuir con la inclusión financiera.
Así como trae beneficios tanto para las entidades financieras como para los consumidores, el Open Banking podría implicar una serie de riesgos, aunque las estadísticas a la fecha muestran que su nivel de seguridad es superior al de la banca tradicional.
Entre ellos, los ataques a las plataformas tecnológicas que pueden comprometer, debido a que la mayor disponibilidad de datos hace más atractivo el potencial hackeo; y el riesgo sistémico ya que, al ser un sistema altamente integrado, los riesgos de ciberseguridad y fraude pueden afectar no sólo a una entidad financiera sino contagiar a parte o al total de entidades que conforman el sistema.
Sin embargo, debo aclarar que las estadísticas a la fecha muestran que el nivel de seguridad es superior al tradicional.