Ya sea que el empleado se rija por la ley de 1973 o la de 1997, el retirar los fondos y no planear devolverlos le acarreará serias consecuencias, desde perder semanas de cotización ante el IMSS, ver reducida su pensión o incluso perder el servicio médico vitalicio a partir del retiro, hasta no alcanzar una pensión mínima garantizada, según sea el caso.
Retirar dinero de los fondos de pensiones es trastocar nuestro patrimonio. Si no queda otra alternativa, se pueden utilizar los recursos, pero lo aconsejable es reintegrarlo. Es indispensable armar un plan para ir devolviendo ese dinero, un cronograma, y establecer plazos de pago.
Ahora bien, esa es una solución “a toro pasado”. Pero lo cierto es que, si se nos hace fácil “trasquilar” nuestro patrimonio sin pensar en las consecuencias, es por una terrible falta de educación financiera. Aunque es una omisión del Estado, por ignorar el tema en la política educativa, se trata de una responsabilidad compartida.
Debemos entender que la salud financiera es tan importante como la salud física. Y así como hay campañas de prevención de enfermedades y para fomentar una vida sana, el sector público y la iniciativa privada deberían lanzar una estrategia de comunicación que transmita de manera efectiva la urgente necesidad de proteger nuestras finanzas personales.
El mexicano no tiene una cultura del ahorro; el gobierno no lo fomenta y la banca hace poco accesibles los instrumentos de ahorro, al pedir demasiados requisitos, cobrar altas comisiones y no ofrecer rendimientos atractivos.
Sí, existen las Afores, pero como su nombre lo indica, esos fondos están etiquetados para una sola cosa: el re-ti-ro. ¡No podemos ver el dinero de las pensiones como salvavidas para todo! Necesitamos comenzar a pensar en la utilidad de crear un fondo para contingencias.
Una recomendación de educación financiera básica es que todos deberíamos guardar al menos 5% de lo que ganamos y considerar que ganamos el 95% de lo que tenemos. Pero esto es como las dietas, a veces uno se fija un objetivo de bajar ciertos kilos y le echa muchas ganas los primeros días, pero después se olvida. Y así no funciona.
Suele ocurrir que asalariados se agrupan y arman las famosas tandas, al recibir su quincena aportan cierta cantidad y la bolsa garantizada le va tocando cada 15 días a un participante. Pero este país necesita formalizar los sistemas de ahorro. El gobierno y los sectores financiero y empresarial deben crear herramientas, productos y servicios para hacer colectivos esos mecanismos. Y deben ser instrumentos innovadores, fáciles y en los que el dinero genere rendimientos.