Eventos como el ocurrido a Grisham y otros parecidos suelen darse entre quienes son responsables de la comunicación, ya sea de manera interna o externa a través de una agencia de Relaciones Públicas.
Entre mis referencias al respecto recuerdo dos. Durante la ceremonia de apertura de la Universidad del Futbol y Ciencia del Deporte, en la Ciudad de Pachuca, se tendría una reunión con autoridades locales y deportivas, incluido el gobernador del Estado.
Ante esa concurrencia convocamos a medios de comunicación de deportes y de política. En el evento, los colaboradores del gobernador intentaron bloquear el acceso a los periodistas, por lo que una joven ejecutiva de mi equipo trató de impedir el paso a los reporteros, sin darse cuenta de que estaba siendo video grabada, lo que seguramente resultaría en una nota negativa en los noticiarios de la noche.
Afortunadamente me encontraba lo suficientemente cerca para ver el panorama y, luego de encarar a los funcionarios de gobierno logré dar entrada a los medios para que cumplieran su labor (en beneficio de la mía, que era lograr la difusión positiva del evento).
A los coordinadores de comunicación les toca también sufrir por las actuaciones de sus jefes (o clientes, en el caso de los ejecutivos de Relaciones Públicas). En una ocasión convoqué a una conferencia de prensa a los medios de deportes para anunciar el lanzamiento de una campaña social, cuyo personaje principal era un conocido árbitro de futbol, en retiro. El interés de los medios los llevó a ser puntuales pero el personaje central tuvo una demora considerable.
Luego de algunos minutos de espera y de varias llamadas al esperado árbitro, tuve que hacer frente a la situación para retener a los medios que ya amenazaban con retirarse; la oferta era: esperen porque les garantizo que habrá nota importante. Cuando llegó el árbitro, se llevó la “tarjeta roja” y chiflidos por parte de los reporteros, pero el objetivo de comunicación se cumplió.
Algunos coordinadores de comunicación gustan (o los empuja su superior) a tener exposición mediática propia, seguramente para evitar el desgaste público de su jefe; por su conducto se canaliza toda la información y, eventualmente, son una especie de parapeto contrarrestando opiniones críticas hacia el jefe por sus dichos o acciones.
Es el caso, por ejemplo, del vocero de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México, quien aparece públicamente más que su jefa, o el del vocero del presidente Fox, mejor identificado por la frase “lo que el presidente quiso decir”, cada ocasión en que tenía que justificar alguna expresión de su jefe (y vaya que no fueron pocas).
Por el otro lado, hay coordinadores de comunicación de bajo perfil: atienden a los medios de comunicación, gestionan la información y son activos, pero están concentrados en lograr la mejor exposición mediática de sus jefes. Es el tipo de ejecutivo de la mayoría de los políticos, deportistas y artistas.