Así, la responsabilidad social empresarial comienza desde el interior de la corporación con el fomento de un ambiente laboral sano donde se valore a la persona desde una perspectiva humanista.
En este orden de ideas, el ejercicio del liderazgo es fundamental para implantar en los colaboradores un sentido de identidad que englobe los principios y lineamientos propios de la empresa. El enfoque social hacia adentro, permitirá a la compañía elevar la productividad del personal traduciéndose en un mejor rendimiento.
Por otra parte, los directivos de las empresas son cada vez más conscientes de la necesidad de generar un impacto positivo en su entorno. Es verdad que las compañías son fuente de trabajo y desarrollo económico, pero ampliar el panorama social, permite a las corporaciones comprometerse en la construcción de una mejor comunidad.
Son muchas las asignaturas pendientes y las problemáticas que aquejan al tejido de la sociedad, por lo que la iniciativa empresarial es de enorme ayuda para el progreso sostenible. Así, la empresa se posiciona como un agente de cambio, más allá de la utilidad y las ganancias económicas.
Acciones filantrópicas como la promoción de la cultura y el deporte son plausibles. También lo son los esfuerzos por rehabilitar espacios públicos y brindar apoyo a personas en condiciones de vulnerabilidad.
Sin embargo, estas actividades deberán formar parte de una visión bien trazada de la mano de proyectos concretos. La improvisación no tiene cabida dentro de la responsabilidad social empresarial, ya que idealmente esta será parte integrada del plan de trabajo de la compañía, y no un elemento accesorio.
La reputación de una empresa se encuentra estrechamente vinculada a su capacidad de activar la responsabilidad social. Las personas consumidoras observan hoy más que nunca el modo de hacer negocios de las empresas que venden productos y ofrecen servicios.
Una compañía que se aleja de la ética y del compromiso social en su operación puede ver una pérdida relevante de clientes con el paso del tiempo. La mala imagen pública es altamente costosa para una corporación.
A su vez, es innegable que toda actividad económica produce un impacto medioambiental. Este daño, ya sea leve o grave, debe ser compensado por la empresa que lo ocasiona para no propiciar un desequilibrio ecológico.
Esta es la clave de la sostenibilidad. Es posible detonar el desarrollo económico sin socavar el medio ambiente, aunque, desde luego, no es una tarea sencilla. Requiere de compromiso auténtico por parte de las corporaciones.