Las implicaciones del viaje de la presidenta de la Cámara de Representantes de la Unión Americana se venían venir. Beijing fracasó en su intento de disuasión y ahora humillada en un año clave para la política interna del gigante asiático cuando Xi Jinping busca coronar su tercer mandato en el XX Congreso del Partido Comunista está obligado a actuar y a exhibir su músculo militar para disuadir mayores provocaciones en caso de que algún otro líder mundial coqueteé con la idea de visitar Taiwán, un gesto que sería considerado como apoyo tácito a la independencia de la isla.
De momento, sólo el primer ministro de San Vicente y las Granadinas ha visitado la isla, uno de los 14 países con los que Taipéi mantiene relaciones diplomáticas. A futuro se espera la visita pospuesta desde principios de año del Comité de Exteriores de la Cámara de los Comunes de Reino Unido.
Si bien el statu quo no cambió con la visita, los movimientos beligerantes de China sí perturban la dinámica natural de la región y los parámetros de seguridad nacional y de defensa colectiva. Los ejercicios militares a fuego real de China, los más grandes en décadas y cuyos barcos de guerra cruzaron la línea media en el estrecho de Taiwán, aunado a los misiles chinos aterrizados por primera vez en la considerada zona económica exclusiva de Japón -un mensaje contra las fuerzas estadounidenses estacionadas allí- y el congelamiento de la cooperación medioambiental, laboral y militar entre Washington y Beijing, es el saldo inicial de una crisis que apenas escala.
Estos acontecimientos también echaron a perder los esfuerzos diplomáticos del gobierno de Joe Biden de evitar a toda costa que el gigante asiático refuerce su alianza con Moscú en momentos de la guerra entre Rusia y Ucrania, pues Vladimir Putin resulta ganador en esta coyuntura. A Beijing no le quedaba de otra más que aprovechar este momentum para acreditar una especie de sondeo y/o tanteo de cómo rodear e invadir militarmente la isla, pese a que el Comité Central del Partido desea unificar a Taiwán a través de la vía pacífica sin descartar el uso de la fuerza.
La visita de 24 horas de la legisladora estadounidense a Taiwán dejó en claro que “Estados Unidos no abandonará la isla”, pese a que la política de una sola China le impide establecer relaciones diplomáticas con Taipéi. ¿Nos acerca esto más a la conexión Ucrania-Taiwán, considerando que a Beijing le conviene invadir la isla antes de que Estados Unidos la rearme hasta los dientes, aunque eso signifique una tercera Guerra Mundial? No olvidemos las reacciones del senador Mitch McConnell, el líder de la minoría republicana que junto con otros 25 legisladores aplaudieron la provocación de Nancy Pelosi, haciendo caso omiso de los dictados geopolíticos y de prestar oídos sordos a las advertencias de la Casa Blanca y el Secretario de Defensa.