No es un pensamiento único: en nuestro país, 75% de las personas que emprenden un negocio, incluidas pequeñas y medianas empresas que inician un nuevo modelo de negocios, fracasan. En muchas de estas ocasiones, ese fracaso representa deudas, desempleo y una inversión de tiempo imposible de calcular.
El número es más atemorizante cuando vemos la última encuesta realizada por el Centro para el Desarrollo de la Competitividad Empresarial, el cual indica que en sus primeros dos años de existencia, 8 de cada 10 empresas mexicanas fracasarán.
Ante este escenario, vale preguntarnos: ¿fracasar es en realidad aprender o es una parte de nuestras vidas que a veces no representa nada más allá de no haber conseguido lo que queríamos?
Postularnos a un trabajo y no obtener la vacante; no ser considerados para una promoción laboral; no haber sido aceptados en la maestría que queríamos o no tener el dinero suficiente para pagarla… Como profesionales, estamos más habituados de lo que nos gustaría a la idea del fracaso y por más preparados que podamos estar, la oportunidad, el momento adecuado y la suerte, también juegan un papel relevante.
No obstante, el fracaso no es la antítesis del éxito, como nos enseñaron a pensar. El fracaso es lo opuesto al movimiento: es no sacudirse cuando caemos para volver al ruedo.
Pensando en eso, quisiera compartir algunas de las mejores prácticas que he identificado para aprender de los errores y sacarles alguna que otra ventaja:
Definir nuestro propósito. Cambiamos todos los días, así que es muy probable que lo que queremos hoy no sea lo mismo que lo que querremos en unos meses u años, y mientras más pronto seamos honestos con nosotros mismos, más rápido estaremos caminando en la dirección correcta.
Tener un plan de acción. ¿Ya no es esa el área en la que quieres hacer carrera? Sí lo es pero, ¿no estás seguro de que tu pirámide de crecimiento se mueva al ritmo que quieres? ¿Acabas de descubrir que la inversión que acabas de hacer no fue la mejor apuesta? Ante las sensaciones abrumadoras, nada como respirar, trazar un plan de acción contemplando distintos escenarios en los que puedes moverte y poner manos a la obra.