En la vida se dan momentos críticos que tienen el potencial de representar un cambio de rumbo. Hay grandes decisiones que deben tomarse en contextos precisos y de las cuales depende, en gran medida, el porvenir personal en sentido amplio. Elegir una carrera universitaria, aceptar un empleo o emprender un proyecto, son solo ejemplos de retos trascendentales por su enorme relevancia en el plano individual.
Las oportunidades se buscan y cuando por fin aparecen es necesario estar preparado para abrazarlas. Si estas se dejan pasar de largo, habrá que esperar a la siguiente; quizá demasiado tiempo. Es preferible estar listo y no tener la oportunidad a la vista, a que llegue la oportunidad y nos tome por sorpresa sin la posibilidad de aprovecharla.
Hay una relación muy estrecha entre la habilidad para aprovechar las oportunidades y la capacidad de tomar decisiones. Cuando uno de estos eventos coyunturales se manifiesta, y nos vemos forzados a decidir entre distintas alternativas, es de suma importancia emplear a fondo nuestra inteligencia, libertad y voluntad en el proceso.
Inteligencia para saber reconocer el contexto en el que nos ubicamos, así como las competencias y áreas de oportunidad propias (autoconocimiento). En el mismo orden de ideas, la experiencia y el bagaje de conocimientos acumulados nos permite visualizar mejor el panorama.
Si hablamos de elegir un empleo o nuevo proyecto, será indispensable valorar nuestros talentos y destrezas, pero también aceptar las limitaciones. Desde luego, también deben tomarse en cuenta los objetivos y el plan de vida personal.
El ejercicio de la libertad consiste en escoger entre diferentes opciones, aquella que más nos convenza por ajustarse a los valores y principios que nos rigen. El criterio recto es de singular apoyo en esta tarea.
Para aceptar una oferta laboral, es imprescindible detectar en ella una oportunidad de crecimiento profesional y humano. Si este no es el caso, tal vez deba esperarse una mejor circunstancia. Es libre quien puede elegir aquello que le hace bien.
En cuanto a la voluntad, se trata de la facultad para traducir las ideas en acciones concretas. No basta con decidir, pues se requiere además de la diligencia para materializar los proyectos y transformarlos en resultados puntuales.
Se dice que la educación es la capacidad de hacer frente a los retos que se presentan en el camino hacia nuestras metas. Bajo esta lógica, los seres humanos nunca dejamos de aprender, ni de formarnos como profesionales, en un mundo sumamente dinámico.