En el Proyecto de Egresos de la Federación 2023, la función Educación registró un aumento real de 6.6% en comparación con el monto aprobado para 2022, para ubicarse en 910,692 millones de pesos. Este concentra los recursos tanto para Secretaría de Educación Pública (SEP) como aquellos para otros organismos y fondos relacionados con esta función como la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu) o las aportaciones federales que las entidades deben usar con este fin.
Un mayor presupuesto educativo es una buena noticia, sobre todo ante las secuelas que ha dejado la pandemia como la reducción en la matrícula y la pérdida -o el retraso- en la adquisición de conocimiento prioritarios.
Sin embargo, la pregunta clave para identificar las prioridades del sector es ¿en qué se destinarán estos recursos adicionales?
Lo primero a resaltar es que todos los niveles educativos recibirán mayores recursos: para educación básica se espera un incremento real de 6.6%, para educación media superior de 3.8% y para educación superior de 2.1%.
No obstante, estos cambios son moderados en comparación con el 39% adicional que recibirá la subfunción “Otros Servicios Educativos y Actividades Inherentes”. ¿Por qué? Esta partida tiene 45,881 millones de pesos asignados para cubrir actividades relacionadas con labores administrativas, preparación de docentes y calidad educativa.
Hasta aquí me emocioné. ¿Será que en este ejercicio se dará prioridad a docentes y todo lo relacionado con evaluaciones para generar evidencia? Tristemente, después de analizar programas en específico, me di cuenta de que la respuesta es no.
Mientras que la Escuela Es Nuestra recibirá un presupuesto 88% mayor que el año anterior, tanto el Programa para el Desarrollo Profesional Docente como el Fortalecimiento a la Educación Educativa -ambos que contribuyen a la formación continua del magisterio- registran un incremento de 2.3% en términos reales. ¿En dónde están las prioridades?