La posición de los grandes empresarios sigue siendo la misma. Ecléctica. Tienen el argumento perfecto: no pueden moverse mucho porque con la virulencia de este gobierno está en juego la estabilidad de sus concesiones. Los órganos de representación empresarial, por su parte, sostienen que lo mejor es tener mucho cuidado de no confrontarse con la autollamada cuarta transformación y mantener, como sea, la interlocución en la mesa de negociaciones.
“Evidentemente hay dignas excepciones, cada vez más, pero los empresarios han visto más por sus intereses directos, por sus balances, antes que por el país. Se entenderían los riesgos que corren aquellos negocios concesionados, pero también lo es dejar que el país transite a una situación como la que hoy vivimos”, acusa Juan Francisco Torres Landa, abogado, miembro del Consejo Directivo de UNE México.
Ubiquemos las cosas donde corresponden. En días recientes, los órganos de representación empresarial emitieron comunicados en torno de los peligros de la reforma electoral planteada desde Palacio Nacional. Sin embargo, las intenciones dejan de serlo con los hábitos, con posicionamientos claros y contundentes que se sostienen con el tiempo, acompañando los intereses ciudadanos.
“El problema es que siguen siendo sumisos y tolerantes con el presidente. Tampoco creo que se deban aventar al precipicio, entiendo que tienen un deber de proteger a sus accionistas y al negocio, pero protegen al negocio permitiendo que el país se erosione. Ningún favor le hacen los empresarios al país guardando silencio y tampoco se lo hacen a sus propios negocios”, añade Torres Landa, quien también es socio de Hogan Lovells.
La solidaridad de los empresarios frente a la cosa pública se percibe fundamentalmente, en los medianos y pequeños, aún teniendo presente que sus posturas puedan ser ‘recompensadas’ con persecución y auditorías fiscales. Hay algo de fondo que trasciende al momento y por lo que vale la pena jugársela: hay puntos de no retorno o de lesiones económicas, sociales y jurídicas que podrían poner a los negocios, todos, en serios problemas.
La coyuntura obliga a tomar una posición, cualquiera que ésta sea. La sociedad ya lanzó la señal de agruparse. Es ahora, no hasta 2024.
La arena política no es la arena de los empresarios. Eso está claro. También, siguiendo con los contextos, la actividad económica de este país depende fundamentalmente del sector privado, no del gobierno. Dicho esto, nadie puede desconocer el rol de los empresarios en la generación de riqueza, empleos, pero el llamado es a que contribuyan en la construcción de ciudadanía por un motivo muy simple: los ciudadanos son su mercado, sus consumidores y de ellos viven.
Bienvenida la reflexión. De acuerdo con Álvaro Rodríguez Arregui, empresario, cofundador y miembro del Consejo del Social Progress Imperative, “primero tendría que darse una reflexión profunda de qué hicimos mal, para después ubicar qué podemos aprender de los errores y, con base en esas reflexiones y aprendizajes, qué tenemos que cambiar”.