Hoy, el disruptivo punto de vista de quienes alcanzaron el poder en el 2018 no ha revertido totalmente la composición de los principales órganos de autoridad en el entorno financiero. Como notoria excepción en el gabinete, los altos mandos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público comparten raíces y orientaciones con sus antecesores.
En los hechos, día a día, han ido creciendo las diferencias entre los hacendarios y el resto del equipo, a grado tal, que ya se puede distinguir un segmento duro que busca sustituirles. Tres secretarios en cuatro años es un hecho que da cuenta de la difícil situación que enfrentan quienes han hecho su misión el mantener el buen nombre y reputación de nuestro país en los mercados financieros. En ellos, los transformadores solo encuentran obstáculos para colmar y sufragar los muy diversos y costosos compromisos del discurso oficial.
Desde que un subgobernador faltó al compromiso de preservar la autonomía del Banco de México, el Ejecutivo Federal encontró, muy al principio de esta administración, la fácil ruta para formar una mayoría afín en la Junta de Gobierno del instituto central, lo que ha cambiado, radicalmente, el papel que éste juega en la formación de las principales variables económicas.
El nombramiento escalonado de integrantes de la Junta de Gobierno fue hecho nugatorio, permitiendo que funcionarios con poca o nula experiencia en materia monetaria tomen las decisiones en la materia. Sin embargo, el atarse a la Fed ha mostrado que lejos de responder a nuestras necesidades, reclama la formación de una política monetaria que considere la separación de modelos económicos.
Al arranque de la emergencia sanitaria, se decidió relajar el multiplicador bancario o coeficiente de liquidez, sin que se haya hecho transparente el alcance y resultados que tal decisión tuvo, particularmente, sin dar puntual cuenta de las instituciones que participaron activamente en la puesta a disposición de importantes caudales.
Igualmente se acudió a operar un esquema de swaps que, se diga lo que se diga, tarde o temprano repercute en el endeudamiento del país, por una vía poco ortodoxa. La reserva de activos internacionales es una fría cifra que poco dice de su composición, impidiéndonos saber si ha sido objeto de window dressing.