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En el mismo barco

El disruptivo punto de vista de quienes alcanzaron el poder en el 2018 no ha revertido totalmente la composición de los principales órganos de autoridad en el entorno financiero, apunta Gabriel Reyes.
vie 09 diciembre 2022 06:09 AM
(Fachada del Banco de Mexico en la cdmx)
A casi 20 meses de concluir la presente administración, la política monetaria enfrentará un reto mayúsculo, cuando el Banco de México esté a punto de cumplir 100 años, apunta Gabriel Reyes.

(Expansión) - Durante décadas, la política económica, comercial y hasta monetaria de México y los Estados Unidos transitaron por un camino convergente. Los más destacados economistas de ambos lados de la frontera compartían una visión del desarrollo. Por supuesto, el creciente número de expertos financieros mexicanos formados en las universidades de aquel país contribuyó a que, incluso, el lenguaje en el que se comunicaban el sector público y el privado de ambos países fuera común.

Con la llegada de Silva-Herzog inició una etapa en la que se buscó integrar los aparatos productivos. Si bien la política en ambos países conservó rasgos claramente distintivos, en las grandes líneas y directivas coincidían sustancialmente los responsables de las finanzas públicas.

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Hoy, el disruptivo punto de vista de quienes alcanzaron el poder en el 2018 no ha revertido totalmente la composición de los principales órganos de autoridad en el entorno financiero. Como notoria excepción en el gabinete, los altos mandos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público comparten raíces y orientaciones con sus antecesores.

En los hechos, día a día, han ido creciendo las diferencias entre los hacendarios y el resto del equipo, a grado tal, que ya se puede distinguir un segmento duro que busca sustituirles. Tres secretarios en cuatro años es un hecho que da cuenta de la difícil situación que enfrentan quienes han hecho su misión el mantener el buen nombre y reputación de nuestro país en los mercados financieros. En ellos, los transformadores solo encuentran obstáculos para colmar y sufragar los muy diversos y costosos compromisos del discurso oficial.

Desde que un subgobernador faltó al compromiso de preservar la autonomía del Banco de México, el Ejecutivo Federal encontró, muy al principio de esta administración, la fácil ruta para formar una mayoría afín en la Junta de Gobierno del instituto central, lo que ha cambiado, radicalmente, el papel que éste juega en la formación de las principales variables económicas.

El nombramiento escalonado de integrantes de la Junta de Gobierno fue hecho nugatorio, permitiendo que funcionarios con poca o nula experiencia en materia monetaria tomen las decisiones en la materia. Sin embargo, el atarse a la Fed ha mostrado que lejos de responder a nuestras necesidades, reclama la formación de una política monetaria que considere la separación de modelos económicos.

Al arranque de la emergencia sanitaria, se decidió relajar el multiplicador bancario o coeficiente de liquidez, sin que se haya hecho transparente el alcance y resultados que tal decisión tuvo, particularmente, sin dar puntual cuenta de las instituciones que participaron activamente en la puesta a disposición de importantes caudales.

Igualmente se acudió a operar un esquema de swaps que, se diga lo que se diga, tarde o temprano repercute en el endeudamiento del país, por una vía poco ortodoxa. La reserva de activos internacionales es una fría cifra que poco dice de su composición, impidiéndonos saber si ha sido objeto de window dressing.

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El caso es que ahora, como antes, el Banco Central ha venido siguiendo a pie juntillas las decisiones de política monetaria de la Reserva Federal, a pesar de que las propias autoridades reconocen que el origen o fuente de la inflación en ambos países difiere sustancialmente. El aumento de tasas ha tenido evidentes efectos diversos en la oferta.

Aquí, cada vez es más difícil acceder a créditos bancarios o financiamientos que permitan la reactivación, al tiempo que el tipo de cambio, inducido artificialmente por las remesas, nos hace menos competitivos frente al vecino del norte. Si bien es cierto el tipo de cambio se fija donde se encuentran la oferta y la demanda, el inusitado y poco claro flujo no refleja adecuadamente esa relación, produciendo una distorsión que tarde o temprano se ajustará drásticamente.

A casi 20 meses de concluir la presente administración, la política monetaria enfrentará un reto mayúsculo, cuando el Banco de México esté a punto de cumplir 100 años. No se vislumbra que el ajuste vaya a resultar terso, ni tampoco que el deseado nearshoring pueda ocurrir exitosamente en un entorno de distanciamiento de visiones. ¿Cederán los políticos?

Nota del editor: Gabriel Reyes es exprocurador fiscal de la Federación. Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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