Contra todo pronóstico, este esfuerzo ha revolucionado la industria automotriz, convirtiéndose en una de las empresas más ricas del mundo. ¿Cómo? Entre otras cosas, conectando con la arquitectura biofísica humana. Su fundador, Elon Musk, ha sido extraordinariamente hábil para identificar que un propósito protegiendo el bienestar y la prevalencia de la vida es un arma económica colosal. Esto último sucede porque los Homo sapiens estamos diseñados para procurar la abundancia vital y aquello que la permite como el planeta y sus habitantes. Por esta razón, la misión establecida de Tesla no es convertirse en la compañía más afluente sino acelerar la transición del mundo hacia la energía sostenible.
Tendemos a ignorar que, como humanidad —e incluso como seres vivientes—, tenemos una lucha en común: modelar un futuro fértil. Consecuentemente, cualquier proyecto que defienda tal meta será especialmente atractivo para nosotros.
Por lo tanto, un político hambriento de votos o un empresario en busca de utilidades se verán significativamente beneficiados si su agenda contempla el cuidado del ecosistema. Precisamente, ahí es donde debía centrarse el debate de una sociedad inteligente en evolución. Por desgracia, actualmente vemos más ataques personales y menos ideas profundas en el acontecer social.
Depende de cada uno de nosotros romper la inercia destructiva y poner lo importante al centro de la conversación: ¿Tesla está cumpliendo su cometido de fomentar las energías sostenibles en el caso de México? ¿Cómo pueden el país y sus ciudadanos ayudar a reforzar su propósito? ¿Qué empresas nacionales comparten dicha meta? ¿Las decisiones del gobierno comulgan con la lucha o atienden a conveniencias egoístas? ¿Latinoamérica está lista para los autos eléctricos o solo seremos una base de producción barata para mercados más avanzados?
La solución comienza con una sociedad civil consciente e informada que, en consecuencia, demande mucho más que las retóricas simplistas y deshonestas de siempre.
Sobre el tema en cuestión, lamento informar que —según el Informe Especial del IPCC— si seguimos emitiendo gases de efecto invernadero al ritmo actual, es probable que se alcance un punto crítico, después del cual el cambio climático se vuelva irreversible e incontrolable en menos de 30 años.