Por ejemplo, en el ámbito industrial las grandes empresas tractoras, multinacionales mexicanas o extranjeras podrían adoptar una cultura de riesgo, que permita a las universidades y sus investigadores conectar con sus procesos productivos.
Esto demanda, por parte de las empresas, que cuenten con alguna necesidad o reto técnico bien definido, así la incorporación del conocimiento a corto y mediano plazo permitirá llegar a desarrollos demostrativos que culminen siempre con un producto en el mercado o un proceso de producción en operación a nivel industrial.
Las empresas deben trabajar por contar con personal que sea capaz de entender el valor industrial de los artículos de carácter científico, o de ir a una conferencia y entender dónde se está generando conocimiento de frontera para luego poder aplicarlo. Este es el mayor desafío de las empresas.
En este contexto el rol de las empresas consiste en implicarse en el desarrollo de alto riesgo de las primeras fases de la investigación aplicada que realizan las universidades y centros de investigación.
Esto significa dar mayor importancia a la cadena educación, ciencia, tecnología e innovación, que son actividades estratégicas para una economía más competitiva que impulse un mejor nivel de vida de la población.
Por ello, las universidades y centros de investigación deben fomentar una cultura que favorezca la gestión de la propiedad intelectual, en particular las patentes, ya que esta figura desempeña un papel fundamental en la prospección comercial del conocimiento tecnológico y por consecuencia puede facilitar el acceso mercados de inversión en las etapas tempranas.
No proteger una invención supone que terceros podrán copiarla y comercializarla sin tener que compensar por ello al inventor.
Las patentes no solo fomentan la creación de invenciones que posteriormente pueden convertirse en innovaciones, también otorgan fuerza y visibilidad al conocimiento científico durante las etapas tempranas de su desarrollo ante la búsqueda de empresas y socios de inversión, que decidan llevar estas tecnologías al mercado. Aquí es donde las universidades y centros de investigación pueden transformarse en aliados para este fin.
En el horizonte internacional, existen ejemplos que dan muestra clara de los benéficos que, en el largo plazo, obtienen las universidades cuando estas deciden hacer de la trasferencia de tecnología una prioridad. ISIS Enterprise es la entidad responsable de los procesos de trasferencia de conocimiento, de la Universidad de Oxford, opera con un equipo de 80 personas y una inversión anual de 1.8 millones de libras esterlinas; al año, esta oficina registra en promedio 65 solicitudes de patentes, 45 licencias y 50 contratos de consultoría y servicios tecnológicos para las empresas.