En breve, escudriñar sobre las bases científicas que cimientan la arena de desempeño social y económico nos dota con pautas ideológicas privilegiadas.
Analicemos los bloques esenciales. Desde el nacimiento nos enfrentamos a un contexto extraño que buscamos descifrar con los instrumentos perceptivos que nos ha dado la naturaleza. Principalmente, elaboramos mapas artificiales en la mente para encontrar sentido. Conforme crecemos y aprendemos, dichos mapas obtienen consistencia con base en la experiencia propia y de otros, formando sistemas de creencias individuales y colectivos; el mayor valor práctico lo obtenemos al corroborar dichos sistemas con la experiencia de otras mentes, pero nuestra percepción siempre es necesariamente subjetiva. Esta consideración devela el primer fundamento crucial: somos arquitectos de nuestro propio mundo.
Por otra parte, precisamente apegados a aquello que podemos observar y convalidar, encontramos patrones causales (de causa-efecto) consistentes que nos hablan de aparentes propósitos. Es decir, partiendo de una base inicial, se desprenden sistemas modales que comparten tendencias; un matemático le llamaría primera derivada. Por ejemplo, todos los genes procuran configuraciones que les permitan sobrevivir y reproducirse mejor; ese es su objetivo biológico, su primera derivada y su propósito.Los seres humanos, como organismos compuestos, nos conforman distintos sistemas modales (como los genes) con diferentes predisposiciones. Si exploramos niveles entrañables, hallamos uno de los más fundamentales, la interconexión que tenemos con la vida misma desde su surgimiento y en todas sus manifestaciones. En otras palabras, somos parte de un equipo más grande que nosotros mismos como individuos, sociedad o especie que llamamos vida. Y eso influye directa e imponentemente en todos nuestros pensamientos y acciones.
Estamos condicionados a proteger la vida y aquello que comparte dicho ímpetu. Por ejemplo, a todos nos motiva la posibilidad de defender al planeta; a nadie nos gusta la idea de su destrucción ahora o en el futuro. ¿Por qué nos importa qué pasará con este mundo aunque ya no nos toque verlo? Porque estamos correlacionados con un fenómeno mucho más extenso que nosotros mismos.