Comencemos con las capas superficiales. La automatización digital —con pasos firmes, progresivos y discretos— ya ha superado a las capacidades humanas de recopilación, procesamiento, retención, aprendizaje y comunicación de información; un espectro intelectual casi completo. Revisemos brevemente cada punto.
Un ser viviente recopila información del exterior a través de sensores organolépticos que conforman sistemas que referimos como sentidos; podemos ver, escuchar, tocar, saborear y oler. El universo de los sensores artificiales ya integra rangos perceptivos mucho más amplios en cantidad y calidad. Por ejemplo, miles de cámaras (ojos) pueden conectarse a un centro de control y detectar frecuencias visuales imperceptibles para el ojo humano; incluso, observan desde zonas entrañables del universo como es el caso del innovador telescopio espacial James Webb.
Por otra parte, la computación ha superado a la potencia de procesamiento de datos humana desde el hito histórico en que la supercomputadora de IBM Deep Blue venció al campeón mundial de ajedrez Garry Kaspárov en 1996.
Sobre la retención, la memoria del Homo sapiens no podría competir contra la habilidad de un dispositivo de almacenamiento digital; la información se conserva en mucha mayor cantidad y fidelidad.
El aprendizaje automático o machine learning es capaz de analizar inmensas cantidades de variables para tomar decisiones inteligentes fundadas con antecedentes lógicos —no tienen sesgos intuitivos/emocionales—. Este tipo de mecanismos algorítmicos se utilizan ingeniosamente en las redes sociales para presentar al usuario lo que realmente le interesa y tenerlo enganchado más tiempo; muchas de estas aplicaciones nos conocen mejor que nosotros mismos porque tienen registro detallado de nuestras acciones.
Finalmente, la inteligencia artificial contemporánea logra comunicar datos magistralmente en forma de imágenes, videos o textos; es el caso de programas como ChatGPT, Synthesia y Midjourney, respectivamente.
Entonces, ¿en qué atributo intelectual aún no nos supera la automatización tecnológica? Considerar una respuesta apta es un tremendo reto filosófico, pero la clave está en el estrato biofísico y nuestra facultad creativa.
En el campo racional, nos encontramos completamente rebasados, pero en el terreno intuitivo tenemos una ventaja —como entes biológicos— de más de 4 mil millones de años. La creatividad implica fusionar ambos modos cognitivos; una gran obra maestra no tendría el mismo ímpetu si no transmitiera emociones profundas. Esto último también sucede con los constructos físicos más trascendentes. Por ejemplo, la teoría de la relatividad de Einstein no hubiera sido posible sin las herramientas cognitivas incuantificables que admite la mente humana; es decir, se dio gracias a la creatividad.