En el mejor de los casos, fuera de la insaciable búsqueda por placeres inmediatos, concedemos que la familia representa una contundente razón de ser; sin embargo, ¿ese es acaso el fin último?, ¿nuestro destino individual es formar y/o proteger familias?, ¿para qué?, ¿hay algo más allá?
Lo anterior se trata de cuestiones plenas de complejidad que no pueden responderse de forma concluyente, pero a través de su reflexión, es posible detectar destellos reveladores.
Filogenéticamente, la familia es el bloque nuclear de la estructura social del Homo sapiens y una fuente de inmensas satisfacciones: representa directamente el esfuerzo de supervivencia y reproducción del gen; por lo tanto, protegerla nos recompensará con suntuosas experiencias sintientes. En otras palabras, es un potente impulso instintivo que nos llena de alegrías cuando lo cumplimos.
En este punto, se devela una pregunta crítica: ¿para qué busca la supervivencia y reproducción el gen?
Biológicamente, podemos identificar un nivel más profundo. Manifiesto en la selección natural, los genes compiten entre sí en pro de obtener ventajas de supervivencia individuales para fortalecer al colectivo. Y, ¿qué es el colectivo? La vida misma. La pugna ‘intergen’ tiene como objetivo central aumentar las posibilidades de resistencia y prevalencia de la vida como un todo. Con ese fin mecánico surgieron los instintos, emociones, sentimientos, razón y creatividad: las armas vitales más eficientes.
Consecuentemente se abre la puerta hacia la siguiente pregunta esencial: ¿para qué “quiere” la vida prevalecer y mantener el orden frente a un entorno que tiende al caos? Aquí es donde la creatividad se torna clave para encontrar sentido.
Ya hemos establecido que la creatividad es un instrumento que la naturaleza nos ha facultado para ayudarle a resistir y prevalecer. Esta fascinante capacidad nos admite fusionar pensamientos para forjar pensamientos nuevos que impactan dentro y fuera de la mente para modelar el cambio: obtuvimos las llaves del porvenir.
Dicho de otra forma, el aprendiz se volvió el maestro.
¿Obtuvimos dicha responsabilidad demasiado pronto? ¿Estábamos preparados? Hasta ahora hemos demostrado inmadurez y el efecto ha sido principalmente devastador. Aunque, de igual forma, nunca habíamos visto en la historia de las civilizaciones avances tan agudos en las artes, ciencias y filosofía.