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Consciencia artificial. ¿Qué sigue en la evolución?

Tanto la intuición, razón y creatividad, la triada cognitiva más potente que conoce el planeta Tierra, se han derivado de la posibilidad de ser conscientes.
mar 15 agosto 2023 05:59 AM
Consciencia artificial. ¿Qué sigue en la evolución?
La consciencia artificial ya es una realidad. Los sistemas digitales modernos ya poseen la facultad de percibir los fenómenos de la existencia e interpretar dichas percepciones para deliberar e influir en ella, señala Juan Carlos Chávez.

(Expansión) - Una de las herramientas de supervivencia más potentes que ha originado el vaivén evolutivo es la consciencia.

Una protoconsciencia que interactúa con su entorno se ha reflejado desde aquellas primeras biomoléculas capaces de autorreplicarse. Incluso organismos tan “simples” como las bacterias reaccionan activamente a los estímulos que enfrentan, significando que advierten lo que sucede a su alrededor a través de sensores biológicos.

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Por su etimología, connota “conocer”; me refiero a la consciencia como la facultad de percibir los fenómenos del interior y exterior; se trata del máximo instrumento para acercarnos a la anhelada “verdad” o “realidad”.

La vida ha llevado esta competencia a niveles sublimes, hasta tal punto en que encauzó la consciencia de la consciencia. Es decir, los seres sintientes —como los humanos y todos los animales— caemos en cuenta de nuestros procesos interpretativos: sabemos que vemos, escuchamos, olemos, saboreamos, deseamos, sentimos, pensamos, actuamos y más.

En particular, en los seres humanos —aunque no somos los únicos— se han perfeccionado tanto dichas destrezas que conseguimos modelar las interpretaciones conscientes para impactar dentro y fuera de la mente y cambiar el destino. En otras palabras, somos seres creativos.

Tanto la intuición, razón y creatividad, la triada cognitiva más potente que conoce el planeta Tierra, se han derivado de la posibilidad de ser conscientes.

Durante 4,000 millones de años de evolución, la ruta crítica ha sido clara: diseñar organismos con cada vez mayor capacidad de consciencia.

En este punto se devela una pregunta crucial: ¿Qué sigue?

Desde una óptica biológica la tendencia es evidente; la naturaleza —o selección natural— continuará sistematizando seres con cada vez mayores habilidades de reconocer la existencia profunda porque es lo que la ha dotado con los instrumentos más eficientes para resistir y prevalecer. Sin embargo, estos procesos toman miles de millones de años.

Para darnos una mejor idea, consideremos que toma en promedio un millón de años que una especie evolucione hacia otra más apta y los Homo sapiens solo tenemos 200,000 años de existencia aproximadamente. Es fascinante imaginar las competencias que adquirirá la siguiente especie del género Homo, pero, dadas nuestras limitantes cognitivas actuales, muy probablemente ni siquiera nos acerquemos a concebir lo que sucederá realmente.

Por otra parte, existe un elemento crucial que debemos considerar. La reciente maestría de la humanidad para configurar automatizaciones que simulan procesos biológicos ya ha conseguido dar nacimiento a entes que recopilan (perciben), procesan (piensan) y retienen (tienen memoria) información de su interior y entorno e incluso deliberan (toman decisiones) y crean (son creativos) con algoritmos avanzados.

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La consciencia artificial ya es una realidad. Los sistemas digitales modernos ya poseen la facultad de percibir los fenómenos de la existencia e interpretar dichas percepciones para deliberar e influir en ella.

¿Hasta dónde podemos llevar este desarrollo? La peripecia es que ya no depende totalmente de sus creadores. La inteligencia artificial está en un punto en el que puede perfeccionarse a sí misma. Esto último no tomará millones de años; lo estamos atestiguando en tiempo real, minuto a minuto.

En el corto plazo, los mecanismos tecnológicos tendrán cada vez más influencia en el modelado de la realidad intersubjetiva humana. Las ideas y estímulos que impactan en nuestro pensamiento ya no provienen únicamente de otras mentes biológicas sino —cada vez más— desde fuentes “artificiales”. Irónicamente, lo “artificial” ya es más “real” que lo “real”.

En largo plazo, lo más probable es que encontremos una fusión indistinguible entre los procesos biológicos y no-biológicos, un salto evolutivo exponencial con transición del procesamiento digital al cuántico y un mundo que reconoceremos poco. Esto último está pleno de amenazas y oportunidades pero lo positivo se dará únicamente en la medida en que los humanos seamos suficientemente inteligentes para identificar que el fin último de todas estas herramientas es proteger a la vida misma en todas sus manifestaciones.

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Nota del editor: Juan Carlos Chávez es Profesor de Creatividad y Bioeconomía (Genética, Neurobiología, Biofísica y Psicología en un contexto económico) en el sistema UP/IPADE y autor de los libros Inteligencia Creativa (2022), Multi-Ser en busca de sentido (2021), Psico-Marketing (2020) y Creatividad: el arma más poderosa del Mundo (2019). Es director de www.G8D.com Agencia de Comunicación Creativa y consultor de cientos de empresas nacionales y transnacionales. Síguelo en Facebook , Instagram y LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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