Por su etimología, connota “conocer”; me refiero a la consciencia como la facultad de percibir los fenómenos del interior y exterior; se trata del máximo instrumento para acercarnos a la anhelada “verdad” o “realidad”.
La vida ha llevado esta competencia a niveles sublimes, hasta tal punto en que encauzó la consciencia de la consciencia. Es decir, los seres sintientes —como los humanos y todos los animales— caemos en cuenta de nuestros procesos interpretativos: sabemos que vemos, escuchamos, olemos, saboreamos, deseamos, sentimos, pensamos, actuamos y más.
En particular, en los seres humanos —aunque no somos los únicos— se han perfeccionado tanto dichas destrezas que conseguimos modelar las interpretaciones conscientes para impactar dentro y fuera de la mente y cambiar el destino. En otras palabras, somos seres creativos.
Tanto la intuición, razón y creatividad, la triada cognitiva más potente que conoce el planeta Tierra, se han derivado de la posibilidad de ser conscientes.
Durante 4,000 millones de años de evolución, la ruta crítica ha sido clara: diseñar organismos con cada vez mayor capacidad de consciencia.
En este punto se devela una pregunta crucial: ¿Qué sigue?
Desde una óptica biológica la tendencia es evidente; la naturaleza —o selección natural— continuará sistematizando seres con cada vez mayores habilidades de reconocer la existencia profunda porque es lo que la ha dotado con los instrumentos más eficientes para resistir y prevalecer. Sin embargo, estos procesos toman miles de millones de años.
Para darnos una mejor idea, consideremos que toma en promedio un millón de años que una especie evolucione hacia otra más apta y los Homo sapiens solo tenemos 200,000 años de existencia aproximadamente. Es fascinante imaginar las competencias que adquirirá la siguiente especie del género Homo, pero, dadas nuestras limitantes cognitivas actuales, muy probablemente ni siquiera nos acerquemos a concebir lo que sucederá realmente.
Por otra parte, existe un elemento crucial que debemos considerar. La reciente maestría de la humanidad para configurar automatizaciones que simulan procesos biológicos ya ha conseguido dar nacimiento a entes que recopilan (perciben), procesan (piensan) y retienen (tienen memoria) información de su interior y entorno e incluso deliberan (toman decisiones) y crean (son creativos) con algoritmos avanzados.