Con ello, y aún con la crítica de la oposición, todo apunta a que la gestión de Andrés Manuel López Obrador le dejará a quien lo suceda, metafóricamente, un arsenal de dinamita que podría estallar en los primeros años de su gestión, ante las dificultades para captar más ingresos y cumplir con sus obligaciones de gasto.
El pasado 8 de septiembre, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público entregó su propuesta para el Paquete Económico para el ejercicio fiscal 2024 con el que, sostiene, pretende consolidar las bases del proyecto de transformación que el presidente detonó en 2018, a través de un “nivel sin precedentes” en el gasto en desarrollo social equivalente a 12.8% del PIB; al mismo tiempo, plantea un crecimiento económico de entre 2.5 y 3.5% en 2024, una recaudación que alcanzará un “máximo histórico” de 14.4% del PIB sin aumentar ni crear impuestos, y un nivel de deuda de 48.8% del PIB, con lo que, asegura, garantiza una transición ordenada para la próxima administración.
Sin embargo, centros de análisis pronostican que el futuro gobierno estará envuelto en un serio problema fiscal y de gasto y, por lo tanto, gobernará por inercia, a menos que se atreva a tomar una decisión que sus antecesores no quisieron tomar. El Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP) advierte que se prevén menos ingresos, un gasto récord y un endeudamiento sin precedentes; mientras que México Evalúa advierte que el Ejecutivo propone un endeudamiento de 1.8 billones de pesos, pero con un gasto de inversión de solo 888,000 millones de pesos y buscando financiar gasto corriente con deuda.
Uno de los espíritus de todo paquete presupuestal es generar proyectos con retornos positivos, pero la valoración alrededor del Paquete Económico 2024 es que en éste domina el componente político, la intención del presidente de mantener una narrativa en la que es posible gobernar en medio de una baja en los ingresos, sin cobrar más impuestos, con la renta petrolera a la baja, pero sí adquiriendo más deuda sin pensar en las implicaciones que esto traerá consigo.
“Cada día, el petróleo deja menos ingresos, se tiene una recaudación fiscal estructuralmente débil, no se van a recaudar más impuestos y viene un endeudamiento más alto. Eso no hace sentido”, afirma Mariana Campos, directora general de México Evalúa. “Entonces, sea quien suceda al actual Presidente, tendrá que asumir un costo político enorme. O ajusta el gasto o sube los impuestos”.
“El futuro gobierno tendrá que tomar decisiones al respecto. Es muy claro que los ingresos no alcanzan para pagar lo que se está gastando. La decisión no es sencilla”, complementa Alejandra Macías, directora ejecutiva del CIEP. “Además, el espacio fiscal se reduce notablemente y eso es algo preocupante pues deja un espacio de maniobra limitado para tener mejores políticas”.
La crisis de las finanzas públicas se profundizará si se mantiene la estrategia que ha persistido por años relacionada con mantener debajo de la alfombra la reforma fiscal. La actual administración no quiso dar el paso. Su narrativa, que en muchos sectores resultó ser pegajosa en el sentido de no subir impuestos, es ahora parte del legado que hoy coloca al país en una posición bastante vulnerable. Visto así, el legado de Andrés Manuel López Obrador no empieza con el Paquete Económico 2024; viene desde el primer día que sostuvo esa política de no impulsar, bajo ninguna circunstancia, una reforma fiscal.