¿Será que programas de ese tipo pueden impactar positivamente en los ODS? ¿Podemos pensar que México ha avanzado, por ejemplo, en salud y bienestar (ODS 3), educación de calidad (ODS 4), energía sostenible y moderna (ODS 7), combatir el cambio climático (ODS 13), cuidar los ecosistemas (ODS 15), o promover sociedades pacíficas (ODS 16)?
De acuerdo con un comunicado de la ONU del pasado día 16 de octubre sobre los ODS, a nivel global, sólo 15% de las 140 metas acordadas van por buen camino, mientras casi la mitad está moderada o gravemente desviada y alrededor del 30% no ha registrado ningún avance o ha caído por debajo de la línea de partida de 2015. En el caso de México, según el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC), es uno de los 15 mayores emisores de gases de efecto invernadero con el 1.47% del total mundial.
Tal parece que en este país ninguna autoridad tomadora de decisiones se percata de las repercusiones que la no acción en esta materia genera en diferentes ámbitos de la vida cotidiana; lo mismo en infraestructura o la agricultura, que en los recursos hídricos o en la salud, por mencionar sólo algunos, cuyos efectos impactan socioeconómicamente.
En materia de cambio climático, tenemos un panorama muy retador y es probable que pocos se den cuenta de la relación que el cambio climático tiene en la salud de los seres humanos, ya que ésta depende, entre otros, de que los ecosistemas funcionen adecuadamente. Parece que hasta hoy los estudios sobre cambio climático y salud en México son escasos, y de lo que existe se pone de manifiesto que su impacto se relaciona con los efectos en situaciones como olas de calor o sequías, así como en los ciclos vitales de virus, bacterias y hongos, que afectan la vida de animales y, al final, la del hombre.
Por ejemplo, estudios realizados por científicos universitarios han demostrado que la variabilidad climática está estrechamente relacionada con la incidencia de dengue, principalmente con incrementos en temperatura, humedad y precipitación pluvial. Un reciente informe revela que los casos de dengue en México aumentó alarmantemente en 183% durante la semana 30 de 2023, con respecto al mismo periodo del año anterior.
Querámoslo o no, la afectación en la salud debido al cambio climático tiene un impacto socioeconómico que, a fin de cuentas, nos afecta a todos. Conforme un estudio del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático, bajo un escenario de muy altas emisiones de gases efecto invernadero, “por la inacción, la mayor parte de México tendría pérdidas anuales iguales o mayores a 5% del PIB local durante este siglo como consecuencia del cambio climático”.
Pero el efecto del cambio climático en la salud no es el único reto que enfrenta el país. Existe también el asumir la prevención y protección a los más vulnerables frente a los riesgos derivados de dicho cambio, especialmente ancianos, niños, indígenas, las mujeres y aquellos que viven en situación de pobreza o en donde los servicios y la infraestructura son débiles o de alto riesgo ante eventos hidrometeorológicos, como el de Acapulco.
Si no ocurre algo excepcional, el año entrante México empezará a ser gobernado por una mujer, una de ellas científica doctorada en Ingeniería Ambiental, que bien podría hacer frente a los retos del cambio climático, y la otra con mente ingenieril y creativa capaz de innovar en este tipo de temas. Cualquiera de ellas terminará su sexenio el mismo año en que tendrían que alcanzarse las metas establecidas por la ONU.