El Secretario General, Antonio Guterres, expresó que el éxito de la cumbre de Dubái podría basarse en la eliminación del uso del carbón, el petróleo y el gas de una manera suficientemente rápida como para evitar un cambio climático desastroso, pero parece que se han impuesto los intereses de países petroleros.
En los acuerdos de la COP28 se instó a los países a distanciarse de los combustibles fósiles (a reducir tanto el consumo como la producción de combustibles fósiles de manera justa, ordenada y equitativa, con el fin de alcanzar el objetivo de cero emisiones netas antes de 2050 o cerca a esa fecha), pero no hay un plan de salida claro. Adicionalmente, se enumeran recomendaciones para los países, tales como:
- Triplicar la energía renovable mundial para 2030.
- Acelerar los esfuerzos para reducir la energía del carbón, pasar a una energía libre de emisiones para mediados de siglo.
- Transición justa de los combustibles fósiles para 2050.
- Acelerar la tecnología para cero emisiones, reduzca las emisiones que no son de CO2.
- Reducir significativamente las emisiones de GEI hasta 2030.
- Acelerar la reducción de emisiones en el transporte.
- Eliminar gradualmente los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles lo antes posible.
Las emisiones procedentes de la quema de combustibles fósiles son -con gran diferencia- el principal motor del cambio climático. Los expertos mencionan que para combatirlo es necesario diversificar las matrices energéticas y aumentar la capacidad de las energías renovables, pero también reducir rápidamente el uso de energías fósiles y ampliar las tecnologías para capturar las emisiones de CO² de la atmósfera. En este sentido, los expertos proponen establecer un impuesto por tonelada de emisión de carbono.
Por su parte, el Fondo Monetario Internacional (FMI) -organismo que busca lograr un crecimiento y una prosperidad sostenibles para cada uno de sus 190 países miembros- afirma que la fijación del impuesto al carbono permitiría recaudar los billones de dólares necesarios para hacer frente a la crisis climática. Los impuestos sobre el carbono, tradicionalmente impopulares, podrían lograrse con el cumplimiento de las normativas locales o nacionales.
Sin embargo, globalmente los gobiernos se han mostrado reacios a fijar un precio explícito por la posible impopularidad de un nuevo impuesto sobre el carbono. Aunque esto obligaría a que las actividades con altas emisiones reflejen sus verdaderos costos para la sociedad, desincentivando efectivamente el uso de combustibles fósiles.
En el mejor de los casos, la recaudación del impuesto al carbono podría destinarse a las energías renovables y otras tecnologías bajas en carbono, estimulando el mercado para un desarrollo económico descarbonizado y apoyando a una transición hacia la economía verde.