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Progreso humano, un llamado a la acción

La innovación no necesariamente pasa por descubrir el hilo negro ni el agua tibia, sino que consiste en un proceso complejo y constante de acumulación de conocimiento.
jue 28 marzo 2024 07:06 AM
Progreso humano, un llamado a la acción
Toda persona dispone de talento y está llamada a contribuir al progreso de la humanidad. Por supuesto, cuando las aptitudes y virtudes individuales se suman a las de otros humanos, el impacto es mucho mayor en el entorno, señala Guillermo Fournier.

Elon Musk, el polémico empresario que ha revolucionado la industria aeroespacial y automotriz en el siglo XXI, suele repetir que el progreso humano no es inevitable, sino que debemos trabajar para que se dé de forma efectiva.

En un mundo contemporáneo donde los avances tecnológicos y científicos son evidentes, es común dar por sentado que el desarrollo y los logros de la humanidad son consecuencia del destino o del curso natural de las cosas.

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Pero no es así. Detrás de cada nueva tecnología y producto revolucionario -como aviones o computadoras- hay miles de personas que aportan su talento, inteligencia y habilidades para crear algo de valor.

Desde luego, la innovación exige del trabajo colaborativo. Si bien ha habido genios como Leonardo Da Vinci o Nikola Tesla, la mayor parte de la creatividad se traduce en avances científicos y tecnológicos, mediante la cooperación entre individuos.

El punto es que el progreso humano no se da por generación espontánea: requiere de ideas, proyectos, trabajo y superación continua. La historia es cambio, pero dicha evolución se impulsa a través de las acciones de mujeres y hombres.

Como escribiera Isaac Newton, solo es posible alcanzar nuevos horizontes de conocimiento y ciencia cuando nos montamos sobre hombros de gigantes, que ya han recorrido algún trecho significativo al servicio del progreso de la sociedad.

Con la anterior frase, el célebre Newton se refiere a que la humanidad se supera a sí misma cuando aprovecha los avances de sus antecesores generacionales, y propone nuevas fórmulas para mejorar aquello que ya existe.

En otras palabras, la innovación no necesariamente pasa por descubrir el hilo negro ni el agua tibia, sino que consiste en un proceso complejo y constante de acumulación de conocimiento.

El desarrollo en los campos de la empresa, la educación, las artes, y demás actividades humanas, implica por fuerza cuestionar paradigmas, con el propósito de perfeccionar el modo de hacer las cosas, para obtener mejores resultados.

Asumir que el progreso es ineludible, independientemente de las acciones que emprendamos es sumamente peligroso. Cuando hay estancamiento en la ciencia y la tecnología, incluso puede llegar a asomarse el fantasma del retroceso.

El humano es inherentemente creativo y deseoso de trascender, pero la única forma de que construyamos modelos de sociedad más funcionales es trabajando para que tal cometido se materialice en logros medibles.

Por ello es imprescindible apostar por la educación. Es comprobable que los países con bajo desempeño escolar, tienen mayores niveles de rezago en materia económica, por ejemplo.

En cambio, en aquellas sociedades que fomentan de modo activo la formación educativa, la innovación y el emprendimiento, los beneficios son palpables, pues cuentan con una calidad de vida superior, menores índices de delincuencia y mayor bienestar social.

Toda persona dispone de talento y está llamada a contribuir al progreso de la humanidad. Por supuesto, cuando las aptitudes y virtudes individuales se suman a las de otros humanos, el impacto es mucho mayor en el entorno.

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El trabajo en equipo es el motor más poderoso de desarrollo; esta afirmación era tan cierta hace miles de años cuando nuestros antepasados se organizaban para cazar mamuts, como en la era presente, donde grupos de científicos se coordinan para crear vacunas que pongan fin a una pandemia.

Por último, cabe subrayar que el progreso humano precisa de visión de futuro. Ningún viento es favorable para el marinero que no sabe a qué puerto se dirige. Por tanto, como especie, debemos trazarnos metas compartidas para hacer frente a los grandes retos del hoy y del mañana.

Problemas comunes como el cambio climático, la desigualdad socioeconómica y la crisis de la democracia solo podrán ser superados si nos decidimos a establecer acuerdos sobre cuáles son los primeros pasos para comenzar a actuar.

Como expresó alguna vez el exsecretario general de la ONU, Ki-Moon Ban: “somos la primera generación capaz de erradicar la pobreza del mundo, pero la última generación que puede frenar la devastación del calentamiento global”.

Unamos voluntades en favor de un mañana de esperanza; hagamos que el progreso nos lleve hacia escenarios ideales, desde una mirada optimista.

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Nota del editor: José Guillermo Fournier Ramos es docente en la Universidad Anáhuac Mayab. Vicepresidente de Masters A.C., asociación civil promotora de la comunicación efectiva y el liderazgo social. También es asesor en comunicación e imagen, analista y doctorando en Gobierno. Síguelo en Twitter y en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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