Históricamente, las encíclicas papales tratan sobre asuntos dogmáticos; empero, Laudatio Si´ va dirigida a todas las personas de buena voluntad -más allá de creencias religiosas-, buscando fungir como punto de reflexión y llamado a la acción.
A continuación, destaco algunos de los puntos que considero de mayor relevancia para retomar la discusión de lo que el Papa Francisco llama “el cuidado de la casa común”:
Un modelo de desarrollo insostenible. El deterioro medioambiental es producto, principalmente, de la actividad industrial y el crecimiento urbano desenfrenados de los últimos 200 años.
En este sentido, la modernidad se ha caracterizado por un esquema de pensamiento según el cual es justificable explotar cualquier entorno y los recursos disponibles, en favor del denominado “progreso y desarrollo”.
Las consecuencias de tal actitud irresponsable están a la vista; la deforestación, la contaminación del aire y la escasez del agua son efectos del consumismo que arrasa con los bienes naturales, ocasionando daños frecuentemente irreversibles.
Expertos y académicos dan cuenta de que el escenario previsible en el mediano plazo será catastrófico de no revertir las tendencias de devastación ambiental del presente. Básicamente, lo que está en juego es asegurar que el mundo en que vivimos siga siendo habitable para los humanos.
Globalización de la indiferencia. La degradación ecológica se vincula con una decadencia de valores individuales y sociales. El problema radica en el mal entendimiento de la esencia del humano en cuanto a especie “dominante”.
Bajo dicho razonamiento equivocado, las personas son superiores a las demás especies vivas y a los elementos de la naturaleza inanimados, por lo que es legítimo disponer de todo aquello a nuestro alcance sin imponernos ningún límite.
Por el contrario, una visión ética y sensata nos indica que la cualidad del humano como ser dotado de inteligencia y libertad, debe conducirnos a obrar de manera responsable y consciente, logrando a la par prosperidad y equilibrio ambiental.
Si el egoísmo y la obsesión consumista se mantienen como motores de la dinámica en la sociedad, entonces es seguro que la destrucción del entorno continuará hasta llevarnos a desenlaces fatídicos. Urge un cambio de paradigma.
La cultura de lo desechable. La crisis del medioambiente es reflejo de las malas decisiones que la sociedad asume cuando pierde la brújula respecto de la dignidad humana y el propósito de la existencia.
El apego desproporcionado hacia lo material es capaz de nublar el raciocinio y convencernos de que la vida no tiene mayor sentido; para esta concepción, los vacíos pueden llenarse con placeres y acumulación de riqueza sin contemplaciones.