Los esquemas de Responsabilidad Social de algunas empresas están basados en la filantropía tradicional, un concepto que hoy se ha quedado corto y cuya dimensión es muy diferente a la inversión social, la cual se enfoca en establecer programas más sostenidos. Sin duda, ya estamos cambiando del paradigma de la filantropía a la inversión social.
El impacto de la inversión social en los negocios
Aunque todavía la sociedad se encuentra en el proceso de asimilar este concepto como eje de la filantropía tradicional, estamos migrando hacia la planeación estratégica de los recursos movilizados dentro de las organizaciones no-gubernamentales. La base de la filantropía contemporánea tiene sus cimientos en los procedimientos, métricas establecidas, comunicación, estructura financiera transparente y en compartir informes públicos que muestren los resultados, el origen y el destino de los recursos.
Creo que es esencial entender la diferencia entre inversión social y filantropía, siendo que esta última está asociada principalmente a un concepto emocional, a acciones que generan empatía con causas sociales. Para los negocios, esta práctica se percibe como un esfuerzo aislado y en ocasiones perdido, ya que tanto las organizaciones como las empresas no siempre dan seguimiento a la movilización de los recursos, pero hoy, ya se está evolucionando en este tema.
Hoy en día la inversión social está dirigida a generar valor para las empresas, dar resultados tangibles, maximizar el retorno de su inversión y a que ese recurso se opere de manera transparente. En todo el ciclo del proyecto hay mecanismos para tener una trazabilidad de hacia dónde van los recursos y es ahí cuando se convierte en una inversión social y no en un donativo. Desde mi perspectiva, que las empresas adopten estrategias de inversión social como parte fundamental de sus negocios, resulta en grandes beneficios: beneficios fiscales, reducción de la carga tributaria, incremento de la disponibilidad de recursos al contar con mayor liquidez mejorando su situación financiera, motivación, compromiso y sentido de pertenencia de los colaboradores al sentirse identificados con compañías que cuentan con prácticas socialmente responsables definidas.
He sido testigo de que tradicionalmente se pensaba que la inversión social únicamente era una práctica para las medianas o grandes empresas, pero cuando las pymes tienen perspectivas de crecimiento, es muy importante que consideren la implementación de estrategias que les permitan crear un historial de inversión social.
Poco a poco estamos evolucionando hacia este tema de una forma más acelerada, pero no se trata de considerar únicamente el término de inversión social como parte de una cultura de trabajo, porque eso se convierte en un concepto inerte, se trata de tener todos los mecanismos para plantear escenarios para que los negocios obtengan un retorno financiero que les permita reinvertir en proyectos de impacto, fomentar una forma de emprendimiento social y promover mayor corresponsabilidad entre los agentes del ecosistema.
Las nuevas generaciones, particularmente los millennials y la generación Z tienen más sensibilidad por las causas sociales, creo que ahora nos toca a los líderes dentro de las organizaciones impulsar la conversación para generar mayor apertura y conexión con ellos. Por ejemplo, de acuerdo con la Encuesta Millennial y Gen Z 2021 realizada por Deloitte en México, estas generaciones canalizan su energía hacia acciones significativas, alineadas con sus valores para impulsar el cambio en los problemas sociales que son importantes para ellos. Debemos reconocer esa sensibilidad que tienen estas generaciones y convertirnos y generar espacios para dialogar con ellos.
¿Qué sigue? Yo creo que existe la necesidad de trabajar una agenda que promueva una cultura de inversión social en México. Hoy en día hay grandes organismos que lo están haciendo, pero parten desde la sociedad civil y deberían abordarse también desde las cámaras de la sociedad empresarial, donde trabajemos con una cultura de la inversión social, todos en conjunto.
Debemos evolucionar la filantropía hacia un concepto que englobe la transparencia, la trabajabilidad y la optimización del recurso. Este también es un llamado a las asociaciones civiles para que las que aún no lo han hecho, se profesionalicen y generen estos procesos en todo el ciclo de sus proyectos. Es nuestra responsabilidad contribuir a derribar mitos alrededor de la inversión social y moldear una cultura con este enfoque. ¿Qué quiere decir esto? Aun no hay mecanismos estandarizados que permitan generar un andamiaje y en donde exista un entendimiento claro.
El ecosistema de inversión social aún está fragmentado y es vulnerable ante contextos imprevistos como lo que vivimos durante la pandemia y muestra una débil orientación a resultados. Pero este nuevo rumbo persigue apoyar la perspectiva de filantropía más tradicional enfocándose hacia la inversión de impacto, ya que es una de las mejores estrategias que pueden adoptar las empresas para ser socialmente responsables. Aquí nace el concepto de inversión social; las empresas pueden obtener grandes beneficios y contribuir a causas que impactan positivamente a las comunidades.
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Nota del editor: Antonio Gil es Gerente de Recaudación de Fondos de Be The Match® México. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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