J. D. Vance no solo pregona los agravios que los seguidores de Trump repiten, los personifica. Para este momento, su biografía es conocida, gracias a su libro Hillbilly Elegy, publicado en 2016, o a la película de Netflix basada en él. Vance es una pesadilla mediática para los estrategas demócratas: su juventud millennial no solo contrasta con la senectud de Joe Biden, sino con la de otros aspirantes del partido que a sus más de 50 se consideran “la próxima generación”.
Cuando habla de empleo, lo hace desde la experiencia familiar de haberlo perdido todo cuando el de su abuelo en una acerera se esfumó. Su madre casi muere de una sobredosis, así que el impacto de las drogas lo lleva tatuado en la memoria. Fue Marine y peleó en Irak, fue a una escuela estatal (Ohio State) y luego, a una privada (Yale), trabajó como inversionista, es abogado, su esposa es descendiente de inmigrantes indios. Pocas demografías se le escapan.
Es un hombre de contradicciones también. En 2016, en plena efervescencia de su éxito literario, llamó a Trump un traidor de la clase trabajadora, luego, el Hitler de América y así los adjetivos se acumularon hasta que, en 2020, se volvió uno de sus mayores apologistas. Vance dice despreciar a Wall Street y los CEO tradicionales lo aborrecen, pero en Silicon Valley lo aman, Elon Musk lo aplaude y su ascenso sería inexplicable sin Peter Thiel, uno de los mayores inversionistas tech del planeta.
El peligro de Vance no radica meramente en que su juventud le permitirá, con el tiempo, terminar de enterrar el reaganismo que ha estado en el corazón del Partido Republicano los últimos 40 años, sino que dará forma al trumpismo como la base del conservadurismo moderno en Estados Unidos. Como él, el movimiento MAGA está lleno de contradicciones y es una carpa enorme en la que caben, a la vez, antiglobalistas y defensores del libre comercio, evangelistas, mormones y católicos, pro armas y pacifistas, empresarios que reclaman libre empresa y sus empleados trabajadores que reclaman mejores condiciones, viejos y, cada vez más, jóvenes, muchos más jóvenes que en 2016 y 2020.
Con Vance, México encuentra su mayor reto, porque el próximo gobierno llega con una agenda en que las inversiones serán clave para el progreso económico.