La maltrecha gobernanza global puede estar aún más en entredicho con la mayoría legislativa lograda por Trump, asestando un nuevo golpe al sistema multilateral creado después de la Segunda Guerra Mundial y al propio liderazgo de Estados Unidos. Solo hay que buscar las evidencias en su primer mandato en el cual, sin tener mayoría parlamentaria, logró generar cambios relevantes en la política exterior estadounidense.
Durante su legislatura, de 2017 a 2021, Donald Trump mostró un claro desdén por las organizaciones multilaterales como la ONU y hacia la legitimidad de los acuerdos internacionales, abogando por políticas aislacionistas y nacionalistas. Socavó la cooperación en temas como el cambio climático y la seguridad nuclear al retirarse de pactos multilaterales clave como el Acuerdo de París y el acuerdo nuclear con Irán.
Además, tensó las relaciones con los aliados tradicionales de Estados Unidos, como los miembros de la OTAN y la Unión Europea, dejando espacio para que potencias como China y Rusia ampliaran su influencia.
Con respecto a América Latina, recordemos que la política exterior de Donald Trump relegó los temas de desarrollo, cooperación y derechos humanos en la región para centrarse en el control de la migración y la revisión a su favor de acuerdos comerciales como el TLCAN (que derivó en el T-MEC). Su visión aislacionista, además de incentivar el campo de acción de potencias como China y Rusia en la región, podría afectar a instituciones como la Organización de Estados Americanos (OEA) y otros organismos regionales que promueven la democracia y la resolución de conflictos.
La debilitación de la gobernanza global aumenta el riesgo de contar con una menor capacidad de gestionar crisis internacionales, así como riesgos críticos de índole económica y geoestratégica, incluyendo conflictos armados, pandemias y desastres medioambientales, entre otras amenazas.
Si bien la falta de acuerdo entre los estados puede lastrar los logros que se han alcanzado desde el multilateralismo, hay oportunidad de que otros actores tomen la iniciativa. La gobernanza global no es solo el campo de acción de los actores estatales, también pueden influir otros niveles de gobierno, las organizaciones de la sociedad civil y, por supuesto, el sector privado.
Ante un escenario como el descrito, las empresas pueden contribuir decididamente a fortalecer la gobernanza global, ya que cuentan con los recursos, la innovación y el conocimiento para poner en marcha prácticas sostenibles.