Publicidad
Publicidad

Superar la grieta. La necesidad de crear sociedades más justas e igualitarias

La humanidad contemporánea aún continúa enfrentándose en conflictos bélicos, promoviendo discursos de odio, y perpetuando expresiones de violencia nocivas para la convivencia social.
jue 23 enero 2025 06:02 AM
Superar la grieta. La necesidad de crear sociedades más justas e igualitarias
La célebre antropóloga Margaret Meade afirmó que el ser humano que ha inventado la guerra también tiene las herramientas para construir la paz. La clave, me parece, radica en volver a los valores y al humanismo, apunta Guillermo Fournier.

El largo camino de la evolución humana nos ha llevado a hazañas importantes como viajar a la Luna e incrementar notablemente la esperanza de vida de las personas con el apoyo de la Medicina.

A poco tiempo de superar el primer cuarto del siglo XXI algunos optimistas de la tecnología ya predicen que la Inteligencia Artificial (IA) y demás desarrollos digitales nos permitirán convertirnos en algo así como súper-humanos capaces de lograr cosas reservadas hasta ahora a la ciencia ficción.

Publicidad

Sin embargo, la humanidad contemporánea aún continúa enfrentándose en conflictos bélicos, promoviendo discursos de odio, y perpetuando expresiones de violencia nocivas para la convivencia social.

¿Cómo es posible que a pesar del conocimiento que hemos ido acumulando generación tras generación sigamos con tendencias autodestructivas? Desde luego hablamos de un fenómeno complejo que exige una mirada amplia desde diversas disciplinas como historia, sociología, economía y política.

No obstante, hay un elemento que sí podemos observar una y otra vez en cada episodio de violencia del pasado o del presente: el no reconocimiento del “otro” como un ser humano con la misma dignidad, derechos y libertades que “yo”.

Ya sea que la guerra haya sido provocada por motivos religiosos, nacionalistas, culturales o económicos, detrás suele haber una mirada al supuesto enemigo como alguien “inferior” o “no digno”.

Dicho de otro modo, deshumanizar a “los otros” es lo que conduce a los hombres y mujeres a cometer las peores atrocidades y alcanzar el cinismo de justificarlas. La experiencia así lo dicta -basta con recordar la esclavitud, el Holocausto Nazi o el Genocidio en Ruanda-.

Ahora bien, no hace falta emprender crímenes graves para caer en esta dinámica que divide a la sociedad. Cuando no reconocemos a los demás como nuestros “pares” por diferencias de cualquier índole -pueden ser de raza, género, o condición económica-, contribuimos a crear lo que he llamado “la grieta”.

Escojo este término porque una “grieta” implica separación, y lo que genera la actitud de encono entre personas o grupos de personas es precisamente una división que tiende a profundizarse en la medida en que se retroalimenta negativamente.

Son múltiples los factores que parecen haber exacerbado la “grieta” en los últimos años. El primer paso para revertir está situación es identificar los más relevantes y reflexionar sobre ellos en su justa dimensión.

Por un lado, desde luego, el desarrollo de la industrialización y el auge democrático no se han traducido de manera efectiva en un estado de bienestar para todas las personas. Aunque defiendo los valores del esfuerzo, el trabajo y el mérito, sí considero inaceptable que haya tanta gente en pobreza extrema en pleno 2025.

Esta precariedad y brecha de desigualdad económica naturalmente crea inestabilidad social, problemas de inseguridad, un ambiente de desconfianza entre sectores de la sociedad y discriminación -la lista puede extenderse-.

No se trata de instaurar teorías comunistas -que tanta miseria han causado en el mundo-, sino impulsar un capitalismo humano y responsable que vea por los grupos más vulnerables estableciendo condiciones mínimas de derechos materiales. La auténtica prosperidad es la que no deja a nadie atrás.

Otro aspecto es el discurso político que emplean ciertas figuras populares para acceder al poder mediante la movilización de masas. Este tipo de políticos irresponsables han ido ganando terreno alrededor del mundo con líneas narrativas que pretender dividir a las sociedades entre una supuesta “élite siniestra” y un “pueblo puro” de “gente buena”.

El discurso, además de infantil es peligroso, porque el populista dice encarnar al “pueblo”, de tal suerte que todo aquel que le apoye es automáticamente “bueno”, mientras que cualquier oposición se torna por definición “mezquina” y “contraria al interés del pueblo”. La narrativa populista es la supuesta batalla épica del bien contra el mal, y su desenlace, por tanto, puede ser violento.

Un último factor es el conocido como la política identitaria. Esto se refiere a las causas segmentadas que movilizan a grupos determinados de personas a luchar por el reconocimiento de sus derechos.

En principio esto no está mal, puesto que la mayoría de los derechos conquistados a lo largo de la historia son producto de movilizaciones y luchas -recordemos el derecho de las mujeres a votar en los países occidentales-.

Lo que a autores como Francis Fukuyama o Susan Neiman preocupa de la política identitaria es el riesgo de aislamiento o desconexión entre los diferentes segmentos con causas legítimas, lo cual puede derivar en la anulación de vasos de comunicación y colaboración.

Publicidad

Luchas históricas como la de la comunidad negra por los derechos civiles en Estados Unidos durante la década de los 60, nos demuestran la trascendencia de alzar la voz por el reconocimiento de los derechos universales y la igualdad. Como decía el propio Martin Luther King: “la injusticia en cualquier parte es una amenaza para la justicia en todas partes”.

Así, la política identitaria mal comprendida puede causar pequeñas grietas que impidan la unidad y empatía necesarias para lograr avances sustanciales en materia de derechos humanos.

La célebre antropóloga Margaret Meade afirmó que el ser humano que ha inventado la guerra también tiene las herramientas para construir la paz. La clave, me parece radica en volver a los valores y al humanismo.

De ello dependerá que nuestras sociedades sean capaces de responder a los retos sociales, políticos y económicos del presente y el futuro.

____

Nota del editor: José Guillermo Fournier Ramos es docente en la Universidad Anáhuac Mayab. Vicepresidente de Masters A.C., asociación civil promotora de la comunicación efectiva y el liderazgo social. También es asesor en comunicación e imagen, analista y doctorando en Gobierno. Síguelo en Twitter y en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

Publicidad

Newsletter

Únete a nuestra comunidad. Te mandaremos una selección de nuestras historias.

Publicidad

Publicidad