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El viaje de un coach ejecutivo con una líder de alto desempeño

El síndrome del impostor rara vez se discute abiertamente en círculos ejecutivos. Se alimenta del silencio, dejando a muchos líderes luchando en aislamiento.
mié 12 febrero 2025 06:04 AM
Superar el síndrome del impostor: El viaje de un coach ejecutivo con una líder de alto desempeño
Cuando los líderes y empleados dudan constantemente de sus propias capacidades, pueden volverse menos propensos a colaborar, compartir ideas o asumir nuevos desafíos, destaca Milton Rosario.

Como coach ejecutivo, he trabajado con líderes de todos los niveles. Pocos coachees han dejado un impacto tan profundo en mí como Clarissa (nombre ficticio), una brillante, pero profundamente insegura Directora de una empresa de manufactura en rápido crecimiento.

Cuando me reuní con Clarissa por primera vez, irradiaba confianza: con estilo, articulada y la personificación de una ejecutiva consumada. Sin embargo, bajo esa fachada pulida se escondía una mujer atrapada por un miedo paralizante: la creencia de que no estaba realmente calificada para su puesto, que de alguna manera había “engañado” a todos para hacerles creer que pertenecía allí y que, algún día, sería expuesta como un fraude.

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“Siento que solo tuve suerte,” admitió en nuestra primera sesión. “Es decir, sí, he trabajado duro, pero muchas otras personas también lo han hecho. ¿Por qué yo? ¿Y si descubren que en realidad no sé lo que estoy haciendo?”.

Las preocupaciones de Clarissa no estaban fundamentadas en la realidad. Tenía un historial comprobado de impulsar iniciativas estratégicas, liderar equipos de alto rendimiento y navegar desafíos de negocios complejos. Pero nada de eso parecía importarle. Cada éxito que lograba lo atribuía rápidamente a factores externos: el momento oportuno, la suerte o la generosidad de sus mentores. Mientras tanto, cada error lo internalizaba como prueba de su incompetencia.

Lo que Clarissa estaba experimentando tenía un nombre: síndrome del impostor.

El síndrome del impostor es un fenómeno psicológico en el que las personas dudan de sus logros y temen ser descubiertas como fraudes, a pesar de contar con abundante evidencia de su competencia. Fue identificado por primera vez en 1978 por las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes, quienes descubrieron que las personas de alto desempeño suelen atribuir su éxito a factores externos en lugar de a sus propias habilidades.

El síndrome se manifiesta de varias maneras, pero algunos signos comunes incluyen:

- Perfeccionismo: Establecer estándares irrealmente altos y sentirse indigno cuando no se cumplen.
- Sobretrabajo: Esforzarse en exceso para compensar una supuesta falta de capacidad.
- Desvaloración de los Logros: Rechazar los elogios o considerar los éxitos como inmerecidos.
- Miedo al Fracaso: Evitar desafíos por temor a ser "descubierto".
- Comparaciones con los Demás: Creer que los demás son más capaces y merecedores del éxito.

El síndrome del impostor afecta a los individuos y tiene un impacto significativo en la cultura organizacional. Cuando los líderes y empleados dudan constantemente de sus propias capacidades, pueden volverse menos propensos a colaborar, compartir ideas o asumir nuevos desafíos. Esto puede generar un clima de trabajo tenso, donde las personas priorizan la autopreservación en lugar de la innovación y el crecimiento colectivo. Además, puede fomentar dinámicas de trabajo poco saludables, como la sobrecarga laboral, el miedo al fracaso y la falta de confianza en el equipo.

Organizaciones con altos niveles de síndrome del impostor pueden experimentar una menor cohesión, niveles elevados de estrés y una cultura donde el reconocimiento genuino de los logros es escaso. Romper este ciclo no solo es esencial para el bienestar individual, sino también para el éxito y la sostenibilidad del entorno laboral.

A pesar de su prevalencia, el síndrome del impostor rara vez se discute abiertamente en círculos ejecutivos. Se alimenta del silencio, dejando a muchos líderes como Clarissa luchando en aislamiento.

A medida que Clarissa y yo explorábamos su experiencia, quedó claro que su síndrome del impostor tenía raíces profundas. Varios factores contribuían a su inseguridad:

1. Condicionamiento temprano: Desde niña, Clarissa había sido elogiada principalmente por ser "inteligente" en lugar de por su esfuerzo. Esto le inculcó la creencia de que el éxito debía llegar sin esfuerzo. Cuando enfrentó desafíos en el mundo real, asumió que significaba que no era realmente capaz.

2. Sesgos en la industria: Como mujer en una industria dominada por hombres, Clarissa a menudo se encontraba siendo la única mujer en la sala de reuniones. Sentía una presión no dicha de demostrar constantemente su valía.

3. Altas expectativas: Clarissa siempre había sido una gran triunfadora, ascendiendo rápidamente en la jerarquía corporativa. Cuanto más alto llegaba, más temía que su ascenso hubiera sido un golpe de suerte.

4. Comparación con los demás: Frecuentemente se comparaba con colegas que proyectaban una confianza absoluta. Lo que no se daba cuenta era que muchos de ellos probablemente también lidiaban con dudas similares, pero las ocultaban bien.

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Ayudar a Clarissa a superar el síndrome del impostor no se trató de eliminar la duda por completo—incluso los líderes más exitosos experimentan momentos de incertidumbre. En su lugar, se trató de cambiar su mentalidad y dotarla de herramientas para manejar esos sentimientos de manera productiva. Así es como trabajamos:

1. Reencuadrar la duda

En lugar de ver la duda como prueba de incompetencia, la alenté a verla como una señal de crecimiento.

“Las personas de alto desempeño a menudo dudan de sí mismas porque están ampliando sus límites,” le expliqué. “La duda significa que estás operando fuera de tu zona de confort—y ahí es donde ocurre el verdadero liderazgo”.

Al reformular su miedo como una respuesta natural a nuevos desafíos, Clarissa se volvió más cómoda con la incertidumbre.

2. Documentar evidencia de competencia

Uno de los ejercicios más efectivos que hicimos fue crear un diario de logros. Cada semana, Clarissa documentaba contribuciones tangibles que había hecho—resolver un conflicto, cerrar un trato clave o guiar a un líder emergente. Con el tiempo, esto la ayudó a internalizar su impacto y reconocer que su éxito era el resultado de sus habilidades, no de la suerte.

3. Practicar la autocompasión

El perfeccionismo era una de las mayores luchas de Clarissa. Se imponía estándares imposiblemente altos y se criticaba rápidamente por cualquier error. Introduje el concepto de autocompasión—tratarse con la misma amabilidad y comprensión que le ofrecería a un amigo o colega.

4. Normalizar la experiencia

Uno de los momentos más liberadores para Clarissa fue darse cuenta de que no estaba sola. Compartí historias de líderes reconocidos que habían hablado públicamente sobre sus propias luchas con el síndrome del impostor, desde Sheryl Sandberg hasta Howard Schultz.

5. Buscar apoyo y mentoría

Clarissa había sido reacia a compartir sus inseguridades con otros, temiendo que la vieran como débil – a sentirse vulnerable. Pero cuando finalmente habló con un mentor de confianza, se sorprendió al escuchar que él también había pasado por lo mismo.

Meses después, Clarissa llegó a una de nuestras sesiones con una energía diferente. Ya no cuestionaba si merecía su puesto. En cambio, se centraba en cómo maximizar su impacto.

“Todavía tengo momentos de duda,” admitió, “pero ahora sé que no me definen. Yo me defino a mí misma.”

Y tú, ¿has vivido o vives el síndrome del impostor?

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Nota sobre Autor: Milton Rosario es cofundador y Socio Director de The OD Consulting Group. Es experto en Cultura Organizacional, Estrategia, Gobierno Corporativo y Desarrollo de Liderazgo Ejecutivo, además de desempeñarse como Consejero Independiente. Como Coach Ejecutivo especializado en el C-Suite, ha trabajado con líderes de alto nivel para impulsar su efectividad y legado. Fue Presidente del Colegio Nacional de Consejeros Profesionales Independientes, A.C. (CNCPIE). Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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