Un vistazo a las cifras nos muestran que los entornos laborales saludables no solo incrementan la productividad, sino que también reducen hasta en un 25% los costos relacionados con el ausentismo y la rotación, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT); mientras que el 62% de las empresas que invierten en estrategias de bienestar integral reportan una mejora significativa en el desempeño de sus equipos y en el compromiso de sus colaboradores, con base en estudios recientes de Mercer Marsh Beneficios.
Bajo esta consigna, entre las soluciones y acciones clave que como cabezas organizacionales podemos incentivar e implementar para llevarlas a un siguiente nivel de competitividad y desarrollo se encuentra el optar por un enfoque holístico que potencié los resultados en estas cinco dimensiones de bienestar: a nivel físico, social, emocional, profesional y financiero.
¿Cómo lo podemos lograr?
Sugiero enfocarnos en siete puntos:
- Diseñar programas de bienestar personalizados basados en datos.
- Capacitar a líderes en salud mental para construir culturas de apoyo.
- Implementar beneficios financieros innovadores y educación económica.
- Adoptar esquemas laborales flexibles para mejorar el balance vida-trabajo.
- Medir el impacto de las iniciativas de bienestar para garantizar su efectividad.
- Promover liderazgos inclusivos que refuercen el sentido de pertenencia.
- Fomentar la colaboración interdepartamental para crear sinergias en el bienestar organizacional.
De esta manera, no sólo obtendremos beneficios cualitativos al interior como el fortalecimiento en la resiliencia organizacional, entornos laborales inclusivos con una cultura sólida y planes de carrera definidos que permitan mayores índices de retención y una fuerza laboral más preparada y competitiva; sino también en lo cuantitativo con una reducción en días por incapacidad hasta en un 18% o con un 20% menos por estrés financiero en los equipos de trabajo, de acuerdo con datos de Mercer.