Es cierto: el siglo XXI plantea escenarios sin precedentes en lo que respecta al acelerado cambio de paradigmas, tecnologías cuya evolución se torna impredecible, y elementos de inestabilidad social, económica y política.
El fundador del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, ha denominado como Cuarta Revolución Industrial a esta nueva era en la que ya estamos inmersos, con implicaciones globales e integrales, incluso más allá del tema meramente productivo y financiero.
A continuación, abordaré las tres claves que considero fundamentales para responder a los retos de esta coyuntura crítica y aprovechar las ventajas potenciales con el fin de construir una mejor realidad en sentido amplio.
Dimensión ética
El ritmo vertiginoso de la dinámica contemporánea trae consigo una saturación de información, actividades y focos de atención. El modelo hipercapitalista extendido también conlleva, de modo generalizado, una constante competencia por ver quién sobresale en un aparente juego de suma cero.
Estos dos elementos fungen como distractores de lo esencial que nos hace humanos; el afán de obtener riqueza, reconocimiento o éxito, frecuentemente aleja a las personas de consideraciones de carácter ético y moral.
Por ello, volver a los valores es el punto de partida si es que aspiramos al progreso auténtico y sostenible. Los principios -que por definición no mutan- se confirman como imprescindibles en medio del frenesí del cambio imparable que todo lo transforma.
El pensamiento ético nos dará pauta para hallar soluciones viables ante problemas que aún lastiman a las sociedades como la desigualdad y la pobreza. Repensar el sistema económico, político y social a la luz de la ética es crucial, y la ventana de oportunidad es ahora.
Preparación efectiva
La educación es la herramienta más poderosa para cambiar el mundo, pero el esquema educativo debe adaptarse a los desafíos de nuestra época.
La formación académica es indispensable para hallar soluciones ante realidades complejas. No obstante, la era contemporánea obliga a las personas a adaptarse al cambio, lo cual implica que sean capaces de aprender, desaprender y reaprender de manera permanente.
Las mujeres y hombres del siglo XXI tendrán que ejercitar continuamente habilidades blandas como la comunicación, el trabajo en equipo y el liderazgo. Mientras que los conocimientos técnicos pueden volverse obsoletos con el tiempo, las habilidades blandas nunca caducan.
La fórmula para hacer frente a los problemas del presente y el futuro es educación, educación y más educación. Las escuelas y universidades tienen una tarea monumental que cumplir, aunque no podrán hacerlo sin el apoyo de gobierno, empresariado, sociedad civil y ciudadanía.
Conocer el contexto
Internet y las plataformas digitales han revolucionado la actividad humana, desde la forma de hacer negocios y política hasta el modo de socializar y comunicarnos.
Innovaciones como la inteligencia artificial, la automatización y la recopilación masiva de datos también están empujando la fuerza del cambio hacia direcciones que todavía no conocemos -ni terminamos de comprender-.