Durante el 2025 se despejó la gran interrogante sobre el futuro de la IA en el aula: ¿es algo pasajero o se queda para siempre? La respuesta es clara, se queda, se queda como una herramienta que debe ser parte de la formación de los futuros profesionales. De hecho, países como China, están incorporando a sus planes de estudio el aprendizaje de IA desde edades tempranas, a partir de los 6 años, pensando en que es una skill clave en la evolución del mundo.
2026, el año en que debemos darle más importancia a la integridad académica
Si bien el foco de estos dos últimos años ha estado en entender cómo y en qué parte del proceso de enseñanza- aprendizaje se puede utilizar la IA, la integridad académica se ha visto amenazada desde distintos flancos, más de los que los académicos y las instituciones pueden sortear o siquiera imaginar. Apenas logramos descifrar buenas prácticas para incorporar la IA generativa a la educación, una nueva actualización o una nueva plataforma habilita nuevos puntos ciegos que impiden la supervisión eficiente y oportuna del uso de estas herramientas en los trabajos de los estudiantes.
Sin ir más lejos este año ha habido un boom de tecnologías para eludir detectores de IA en las evaluaciones. Un caso que está resonando bastante son los humanizadores de texto, plataformas que hacen que los contenidos tengan tono “humano”, haciendo muy difusa la línea entre lo que escribe realmente el estudiante y el texto generado por IA. De hecho, según la última encuesta elaborada por GoStudent sobre el uso de la IA, el 18% de los alumnos encuestados señaló haber entregado trabajos completamente elaborados por una IA Generativa.
Son cifras que preocupan y se agravan si pensamos que, tras una consulta realizada por Turnitin y Venson Bourne, 2 de cada 3 alumnos participantes son conscientes del impacto que la IA tiene en su educación, pero deciden usarla para no quedarse atrás. En esta línea, si se difunde entre la comunidad estudiantil el uso de x o y plataforma para eludir a los detectores de IA, pronto se masifican, generando un gran dolor de cabeza para los académicos.
El punto es que estas herramientas seguirán saliendo como pan caliente en un mundo donde los estudiantes tienen acceso a tecnologías que pueden hacer sus tareas y evaluaciones por ellos. Lo más importante ante esto es trabajar en reforzar el valor de integridad académica. Formar estudiantes con conciencia ética ahorrará muchos problemas de conducta en el futuro y asegurará no solo la reputación de la institución, sino el correcto desarrollo del pensamiento crítico. Junto con esto, las instituciones deben apoyar a los educadores con información en tiempo real sobre cómo utilizan los estudiantes la IA, no solo para saber si la han usado o no. Esto transforma la incertidumbre en valiosos momentos de aprendizaje.
Los estudiantes quieren orientación y conversaciones sinceras, no una vigilancia constante. Las instituciones que no establecen procesos claros para la transparencia de la IA corren el riesgo de disminuir la confianza entre los educadores y los alumnos. Claro que es llamativo dar 2 o 3 instrucciones y que una máquina haga el trabajo por uno, todos queremos que la vida sea así de fácil, pero también queremos seguir educando actores sociales críticos, con opinión y con poder de decisión y la única manera de hacerlo es fomentar con fuerza la voz propia y el pensamiento original.
Dejar en los estudiantes la responsabilidad de su propio aprendizaje suena una tarea grande, pero con la guía necesaria y las reglas del juego sobre la mesa, deberían ser capaces de optar por no poner en riesgo la integridad. Este 2026 el foco debe estar en reforzar esta conciencia y crear espacios seguros de trabajo donde los estudiantes puedan utilizar la IA sin miedo a ser descubiertos y más aún, dejar de entenderla como una posibilidad para hacer trampa.
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Nota del editor: María Belén Correa es Directora Regional de Turnitin para Latam. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.
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