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¿Protagonista o espectador? El lugar de México en la agenda birregional CELAC-UE

Países de AL, incluido México, carecen de mecanismos de estructuración rápida de proyectos con potencial de ser financiados, lo cual demorado la asignación de recursos y la obtención de resultados.
vie 19 diciembre 2025 06:01 AM
México puede convertir la cooperación birregional en motor de desarrollo
El reto principal es avanzar decididamente hacia la identificación de proyectos prioritarios y de asegurar todos los mecanismos para su correcta implementación, considera Osmar Zavaleta Vázquez. (iStock)

La cumbre entre la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la Unión Europea (UE) se ha convertido en uno de los foros de colaboración más relevantes para América Latina, el Caribe y Europa. Sin embargo, basta revisar sus tres ediciones anteriores para entender que, aunque se han construido cimientos sólidos para una relación estratégica basada en comercio, inversión, innovación y gobernanza global, la región sigue atrapada en un ciclo de expectativas elevadas y resultados escasos. La cuarta edición, celebrada en Santa Marta (Colombia), planteó la pregunta: ¿por fin se dará el salto a la ejecución real?

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La primera cumbre, celebrada en 2013 en Santiago (Chile), sentó las bases del diálogo birregional: se formuló una declaración de asociación, se establecieron canales políticos, y se lanzó un compromiso de cooperación técnica y comercial. La segunda, llevada a cabo en junio de 2015 en Bruselas (Bélgica), expandió la agenda más allá del comercio tradicional hacia la digitalización y el desarrollo sostenible. La tercera edición, celebrada en 2023 también en Bruselas, marcó un hito: la Unión Europea lanzó la iniciativa Global Gateway para América Latina y el Caribe, comprometiendo más de 45 mil millones de euros para inversiones en infraestructura verde, digital y de conectividad. Esa edición estableció también la periodicidad bienal de la cumbre CELAC-UE y un mecanismo de seguimiento intermedio por ministerios europeos y latinoamericanos.

Sin embargo, pese a las buenas intenciones, muchos de esos compromisos se han quedado en la fase de anuncio. El problema no es la falta de recursos, sino la falta de preparación. Muchos países de América Latina, incluido México, carecen de mecanismos de estructuración rápida de proyectos con potencial de ser financiados, lo cual ha demorado la asignación de recursos y la obtención de resultados concretos. A esto se suma una competencia interna que fragmenta los esfuerzos: cada país busca atraer inversión europea de manera aislada, provocando un escenario en el que abundan los anuncios, pero los resultados tangibles no se ven aún.

La cuarta cumbre en Santa Marta (Colombia) representó menos un evento protocolario y más una llamada de atención en un contexto marcado por tensiones geopolíticas, una agenda verde-digital intensificada y un reconocimiento de que la cooperación debe pasar de la retórica a la ejecución. La declaración final insistió en los temas habituales –comercio, inversión sostenible, seguridad y cadenas de valor—, pero esta vez con un matiz de urgencia: la cooperación debe dejar de ser sólo retórica.

Para México, este nuevo capítulo abre una ventana concreta de oportunidades que se podrían capitalizar. Nuestro país puede, si se lo propone, trabajar en el diseño de un portafolio de proyectos listos para inversión bajo la iniciativa Global Gateway, posicionarse como plataforma de manufactura verde y digital para Europa-América del Norte, y fortalecer la cooperación en seguridad logística, procesos de exportación y desarrollo de talento.

Para materializar estas posibilidades, México debe actuar con precisión. Debe presentar a la UE una lista de proyectos que cumplan con criterios ESG, con cronogramas claramente definidos, así como permisos y cofinanciamiento ya identificados. Al mismo tiempo, debe negociar activamente su participación en la mesa UE-México de cadenas de valor: electromovilidad, dispositivos médicos, electrónica avanzada, entre otros. Asimismo, debe aprovechar la agenda de seguridad logística para establecer flujos seguros de exportación entre el norte del país y la frontera con Estados Unidos, con la finalidad de reducir riesgos de robo de carga y mejorar su competitividad comercial frente a otros destinos latinoamericanos.

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Adicionalmente, México podría transformarse en un “hub europeo-mexicano” de inversión. Esto implicaría atraer capital europeo que busque diversificar sus cadenas productivas desde Asia hacia América del Norte y Europa, a cambio de que México asegure la estabilidad, el cumplimiento regulatorio y del estado de derecho, así como el cuidado medioambiental.

En conjunto, las cuatro cumbres muestran una evolución clara: primero se estableció el marco de cooperación (edición 1); luego, la ampliación de la agenda y la asignación de recursos (ediciones 2 y 3); y ahora, la prioridad es la ejecución concreta. México está en posición de no sólo participar, sino de ser protagonista. Con una estrategia bien articulada, los acuerdos pueden traducirse en el desarrollo de infraestructura crítica, de cadenas de valor sostenibles y de un perfil exportador más sofisticado. El reto principal es avanzar decididamente hacia la identificación de proyectos prioritarios y de asegurar todos los mecanismos para su correcta implementación.

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Nota del editor: Osmar Zavaleta Vázquez es profesor e investigador del Departamento de Finanzas y Economía de Negocios de EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey (ozavaleta@tec.mx). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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