OPINIÓN: Trump desperdicia su capital político y le cuesta amigos a EU
Nota del editor: Nic Robertson es el editor diplomático de CNN Internacional. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autor.
(CNN) — Mientras el presidente Donald Trump estaba ocupado ignorando la realidad de su bajo índice de aprobación, dándose un baño de multitudes aduladoras el fin de semana pasado, sus retos de política exterior se estaban acumulando.
Disfrutaba de los cálidos aplausos y de los cielos soleados de Florida mientras el vicepresidente, Mike Pence, estaba viendo unos cielos más oscuros, cerrados y fríos y una recepción algo más fría en una reunión diplomática en Munich, Alemania.
Pence también estaba en una misión para sorprender a la multitud, pero la tarea del vicepresidente era mucho más difícil. Entre su audiencia no había fanáticos, sino primeros ministros, presidentes y ministros de Relaciones Exteriores y de Defensa de todo el mundo, todos pensando en el aquí y ahora, no en las elecciones estadounidenses en cuatro años.
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Staffan de Mistura, el principal negociador de la ONU en las conversaciones sobre Siria esta semana, puso el punto en común en Múnich cuando comentó: "¿Dónde está Estados Unidos en todo esto? Bueno, no puedo decirlo porque no lo sé".
Lejos de la multitud de diplomáticos, Mistura me confió que extrañaría a John Kerry, el secretario de Estado y diplomático del gobierno de Barack Obama. Podría "confiar en Kerry para que le ayude en cualquier cosa".
Brett McGurk, hombre clave Obama sobre Siria, también estaba en la conferencia de Múnich. Se preguntaba en voz alta cómo debería ser el papel de Estados Unidos en Siria: "Estados Unidos está buscando un papel que ayude a reforzar el cese del fuego sirio, negociado por Turquía y Rusia", le aseguró a los diplomáticos reunidos allí.
El hecho de que McGurk todavía esté presente es un síntoma del enfoque plano de Trump en cuanto a política exterior. Otro remanente del gobierno de Obama es el vocero del Departamento de Estado, Mark Toner. Sigue en el cargo más de un mes después de que Kerry se haya ido. Todavía responde a las preguntas de los reporteros, pero no ha llevado a cabo una conferencia de prensa en un mes.
Para los diplomáticos de Múnich, cuyo primer puerto de escala a los Estados Unidos es a menudo a través del Departamento de Estado, la inercia es sorprendente, sobre todo teniendo en cuenta el rápido ritmo de los decretos.
De Mistura me explicó lo que más tarde diría públicamente: que el reemplazo de Kerry, Rex Tillerson, es "un buen hombre", pero no tiene ninguna indicación de Trump sobre lo que atañe a Siria.
No fue el único problema mundial que hizo ebullición en Múnich. Los pronunciamientos de Pence en nombre de Trump presionaron al presidente ruso, Vladimir Putin, en cuanto a sus decisiones sobre Ucrania.
Pence aseguró: "Hoy, en nombre del Presidente Trump, les traigo la garantía de que Estados Unidos apoya firmemente a la OTAN". El mismo mensaje, de apoyo a la OTAN, fue dado por el secretario de Defensa, James Mattis, y por el mismo Tillerson.
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Sin embargo, todos los diplomáticos con los que hablé en la conferencia de Múnich (desde el norte de África hasta Australia, de Oriente Medio hasta Europa e incluso Estados Unidos) me dijeron que aún no sabían qué haría a continuación Trump. ¿Se aferrará a esta senda o volverá a retroceder?
Cuando se marcharon de Múnich, los diplomáticos tuvieron la oportunidad de comparar lo que habían oído de Pence en la conferencia en el elegante Hotel Bayerischer Hof con lo que habían oído de Trump durante su acto en Florida y una anterior conferencia de prensa.
De mis conversaciones, estaba claro que cualquier ilusión de claridad que Pence hubiera traído se perdió en el caos de la propia creación de Trump. El fin de semana solo ha añadido más preocupaciones a todo el mes pasado, donde muchos creen que Trump ha sido demasiado errático en darles confianza.
Los altos funcionarios del gobierno estaban tan ocupados corrigiendo los últimos comentarios de Trump acerca de que la OTAN era "obsoleta" que sus intervenciones en la conferencia apenas equivalían a una pequeña parte de lo que normalmente se conoce como política exterior estadounidense.
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Pence, al igual que Mattis, dejó en claro el deseo de Trump de que los miembros de la OTAN deben acelerar significativamente los planes para acreditar su membresía en la Alianza Atlántica. Pero este punto ha sido trillado nacionalmente como parte del cálculo político. De hecho, el manejo que hizo Trump de la cuestión de la OTAN pudo haber ayudado a Rusia a adoptar una postura mucho más combativa.
El ministro de Relaciones Exteriores de Arabia Saudita, el tranquilizador Adel Al Jubeir, me dijo que el mundo debe ser paciente y darle a Trump unos meses. El secretario de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, Boris Johnson, se hizo eco de su contraparte saudí, al decirme que piensa que Trump va a confundirse en el caos de sus primeros días en el cargo.
En el largo plazo, puede que tengan razón. En el corto, Putin no está de humor para esperar, y eso quedó claro mientras estuvimos en Múnich.
La semana pasada, se llegó a un punto de inflexión, y la paciencia de Putin con Trump cayó en una falta de política pragmática de Washington. El abrazar al oso, por ahora, parece algo fuera de cuestión.
El flirteo aparentemente no autorizado de Mike Flynn, consejero de seguridad nacional, con Moscú, demostró ser demasiado tóxico para todos, excepto para los republicanos.
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Así que mientras la conferencia de Múnich todavía estaba en marcha, Putin sacó el alfiler de su propia pieza de explosiva política exterior.
El presidente ruso firmó un decreto y autorizó el reconocimiento de documentos en las regiones separatistas prorrusas de Lugansk y Donetsk, dando en efecto un paso más cercano al reconocimiento de estas dos entidades regionales.
El ministro ruso de Relaciones Exteriores, Sergei Lavrov, anunció un cese del fuego en Ucrania, pero parecía enmascarar el real juego de Putin: asegurar la permanente influencia rusa sobre Ucrania. El reconocimiento formal de los documentos separatistas es, a ojos de muchos diplomáticos, otro paso en la dirección del reconocimiento formal del gobierno separatista.
Así que el hecho de que Putin espere a que Trump ponga su casa en orden con respecto a Siria parece poco probable. Eso ya de por sí es un lío.
En el momento en que las delegaciones llegaron a Ginebra (Suiza), para las conversaciones de paz sobre Siria, la fecha límite de 30 días que Trump le dio a su jefe de Defensa para elaborar una nueva política para hacerle frente a ISIS ya estaba incómodamente muy cercana.
El decreto autoriza explícitamente al exgeneral, a quien Trump todavía le gusta llamarlo por su apodo de Mad Dog Mattis, a encontrar nuevos socios para Estados Unidos en la lucha contra los yihadistas de ISIS.
En el momento en que se escribió la ordenanza ejecutiva, parecía lo más perfecto para estrechar los lazos con Putin.
Nadie puede ahora adivinar dónde quedará la política de Trump sobre Siria con un Putin ya no tan aliado: sin duda es una de varias prioridades para el reemplazo de Flynn, el teniente general H. McMaster.
Y con todos estos problemas de política exterior apilándose, ¿qué está haciendo Trump? Se pronuncia sobre un ataque terrorista en Suecia que no sucedió realmente, dando lugar a una semana de confusión y confirmando los peores temores de los aliados estadounidenses sobre la caótica catástrofe que actualmente atraviesa la Casa Blanca.
El domingo, Trump intentó corregirse, tuiteando que había visto un reportaje en Fox News acerca de "los inmigrantes y Suecia".
Al día siguiente, retrocedió aún más sobre el asunto: "Los medios están tratando de decir que la inmigración a gran escala está funcionando maravillosamente. ¡No!".
Independientemente de lo que pretendía decir, los comentarios de Trump alimentan los mismos temores que socavan su mensaje en favor de la OTAN, con el que él mismo envió a Pence a Europa.
Suecia no ha estado exenta a los serios problemas con bandas musulmanes criminales importadas, pero la caracterización de Trump de los problemas del país provocó una reacción global, satirizándolo por sus crasos y mal informados comentarios, con sugerencias como la de la marca de muebles IKEA de construir un "muro fronterizo" para recordarle al grupo ABBA que esté "vigilante".
nullPero el comentario más hiriente fue el del exprimer ministro sueco Carl Bildt, a quien conocí por primera vez en Bosnia a principios de los años 90, cuando era el enviado especial de la Unión Europea allí.
Fue y es actualmente un diplomático pragmático y paciente. Respondió a los comentarios de Trump con una claridad reveladora de las falsedades del presidente estadounidense: "¿Suecia? ¿Ataque terrorista? ¿Qué ha estado fumando?"
Las fuertes palabras de Bildt en los días posteriores a la Conferencia de Seguridad de Múnich fueron un resonante eco de los sentimientos y el escepticismo que escuché sobre Trump mientras estaba allí.
Con tanto en su plato de política exterior, Trump tiene poco tiempo para crear más confusión, y así es en consecuencia el estado de ánimo en todo el mundo.
Estados Unidos está entrando en una era en la que perder amigos puede ser mucho más fácil que hacerse de unos nuevos. En la diplomacia, ese no suele ser el camino a elegir.
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